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CEROS Y UNOS

El éxito tiene muchos padres, y los videojuegos tienen mucho éxito

Posiblemente haya pocos inventos con más padres que el videojuego. Hay media docena de candidatos disponibles, aunque lo cierto es que hay cierto acuerdo en señalar a Ralph Baer, aunque sólo sea por la lata que ha dado el buen señor.

Posiblemente haya pocos inventos con más padres que el videojuego. Hay  media docena de candidatos disponibles, aunque lo cierto es que hay  cierto acuerdo en señalar a Ralph Baer, aunque sólo sea por la lata que  ha dado el buen señor.
Ralph Baer.
El primer cacharro electrónico pensado para que la gente jugara con él fue patentado por Thomas T. Goldsmith Jr. y Estle Ray Mann a comienzos de 1947 con el nombre –toda una joya del márketing– de Dispositivo de entretenimiento para tubo de rayos catódicos. Empleaba ocho tubos de vacío para simular el lanzamiento de un misil a una serie de objetivos y disponía de un par de mandos para ajustar la velocidad y la curva de la trayectoria. Los objetivos estaban directamente pintados sobre el tubo, que sólo mostraba un punto: el misil. El cacharro no dejó de ser... pues eso... un cacharro patentado. Entre eso, y que tampoco es que pudiera considerarse propiamente un juego, casi nadie considera a sus inventores más que como meros pioneros.

En 1951 se desarrolló el primer juego para un ordenador. Inspirado por el jugador de ajedrez mecánico del español Torres y Quevedo, el doctor Dietrich Prinz quiso programar un juego de ajedrez para el primer ordenador comercial, el británico Ferranti Mark 1. Desgraciadamente, el inventuelo no daba para tanto: sólo era capaz de solucionar problemas de ajedrez que terminaban en mate en dos jugadas, labor que le llevaba unos quince minutos de cálculos.

Al año siguiente, Christopher Strachey empleó el mismo ordenador para programar un juego de damas. No obstante, siendo sin duda un juego, resulta difícil considerar un videojuego un sistema tan poco interactivo, en el que los movimientos se metían mediante tarjetas perforadas... Eran más bien los primeros pasos de lo que se dio en llamar, pomposamente, inteligencia artificial.

Baer.También en 1952, un joven de 29 años llamado Ralph Baer entró a trabajar en Loral, una empresa de electrónica, y su jefe le encargó que diseñara la mejor televisión del mercado. Las pruebas a que sometían a los aparatos, obligándoles a mostrar líneas horizontales y verticales, así como puntos en diversas partes de la pantalla, le llevaron a pensar que quizá podría incluirse en el propio televisor parte del equipo que empleaba para hacer las pruebas para poder jugar. Se lo comentó al jefe y éste le contestó que ni de coña; entre otras cosas porque ya estaban fuera de los plazos previstos. Y Baer fue obediente y se olvidó del tema... durante unos quince años.

Aquel prolífico año vio de igual modo nacer el primer ordenador dedicado exclusivamente a jugar; concretamente, al Nim, también conocido como "el juego de las cerillas". Se ponen en la mesa varios grupos de cerillas. Cada jugador puede retirar, en riguroso turno, los fósforos que quiera de uno de los montones. Gana (o pierde, dependiendo de las reglas) quien se lleve la última cerilla. En la máquina Nimrod, presentada en el Festival de Gran Bretaña, había cuatro grupos, de siete elementos cada uno, que el público podía ver en un panel lleno de bombillas, y el jugador retirar accionando un interruptor. Tampoco suele ser considerado el primer videojuego, más que nada porque le falta la parte del vídeo y porque fue creado como demostración, no para que nadie se divirtiera con él.

En 1953, y como parte de su tesis sobre la interacción hombre-máquina, Alexander S. Douglas programó OXO, una versión de las tres en raya para el ordenador británico Edsac que empleaba una pantalla con una resolución, más bien limitadilla, de 35x16 píxeles; usaba un disco de marcación telefónico para indicar qué posición de las nueve disponible querías ocupar. No tuvo mucha popularidad. El hecho de que sólo existiera un Edsac en todo el mundo no ayudaba demasiado. Pero quizá sea éste el primer videojuego del mundo, aunque, ciertamente, tampoco se programó para el deleite del ser humano.

El tenis y los marcianitos

Hasta 1958 no encontramos una novedad significativa en este campo. Fue el juego Tenis para dos. William A. Higinbotham era un físico que había trabajado en el Proyecto Manhattan y que tenía afición al pinball. Le parecía que las clásicas jornadas de puertas abiertas que hacía el laboratorio de Brookhaven, donde trabajaba, eran más bien aburridas, así que cogió un pequeño computador analógico empleado para el cálculo de trayectoria de misiles, un osciloscopio como pantalla y fabricó unos mandos simples con una rueda para cambiar el ángulo con que se pega a la bola y un interruptor para dar a la susodicha. La única forma de perder era calcular mal la trayectoria, de modo que la pelota acabara en la red. Los visitantes hicieron cola durante horas para jugar. Pero después de dos años lo desmantelaron, porque sus componentes eran piezas bastante caras. Hace ya unos años que a este divertimento sí que se le considera el primer videojuego de la historia, aunque no fueron muchos quienes supieron de él, y nadie lo tomó como modelo.

Steve Russell.En 1961 llegaría el que quizá sea el primer videojuego de ordenador concebido desde el principio como tal. Como tantas otras cosas, fue obra de uno de los hackers del Club de Modelismo Ferroviario (sí, créanselo) del Instituto Tecnológico de Massachusetts, o MIT. Steve Slug Russell creó el juego Spacewar para un DEC PDP-1,el primer miniordenador, dando forma a dos naves que luchaban entre sí disparándose en un espacio lleno de estrellas. Dada la naturaleza abierta de todo lo que se creaba en el club, otros programadores fueron añadiendo características, como la presencia de un sol que atraía con su campo gravitatorio a las naves o el botón del hiperespacio, que hacía que la nave desapareciera y apareciera de nuevo en una posición aleatoria de la pantalla (si era el sol, pues mala suerte, chico). Al contrario que el juego del tenis, éste sí fue visto y jugado por muchas personas, y hasta empleado por DEC como software con el que comprobar que las nuevas unidades de su PDP-1 funcionaban correctamente.

En 1966, Ralph Baer volvería a darle vueltas en su cabeza al asuntillo de los juegos para la tele, pero ya más en serio. Los adelantos en la tecnología también ayudaban, claro. En dos años tuvo un prototipo funcionando, conocido como "la caja marrón", que patentó en 1969. No obstante, le llevaría más tiempo conseguir que una empresa le comprara la idea: hasta 1972 no llegó a las tiendas el Magnavox Odyssey, que permitía disfrutar de 12 juegos, incluyendo un ping-pong y, con la compra de un rifle, juegos de puntería.

Para entonces, Baer estaba deprimido por lo mal que le iba a la empresa en que trabajaba, Sanders: habían despedido a buena parte de sus amigos, y creía que había perdido el tiempo y el dinero de la compañía con su invento. El primer cheque de Magnavox en concepto de royalties, por valor de 100.000 dólares, hizo que se le pasaran todos los males. Plenamente recuperado, pocos años después inventó otro juego de éxito: Simon.

No obstante, durante un tiempo no se le consideró el padre de los videojuegos. El mérito se lo llevó Nolan Bushnell, fundador de Atari, el hombre que popularizó las máquinas recreativas. Sin embargo, los primeros juegos que comercializó no fueron muy originales. El primero se puso a la venta en 1971 y se llamó Computer Space: era una adaptación del Spacewar de Russell. El segundo, diseñado en 1972 por el primer ingeniero que contrató, Al Acorn, era una versión mejorada del ping-pong incluido en el Odyssey. Pero tuvo tanto éxito que su nombre eclipsó por completo a sus predecesores durante años. En cualquier caso, hay un mérito que sí le pertenece: fue el creador de la industria del videojuego, que ya supera en facturación a la del cine.


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