Esa, sí, creo que es la mejor defensa de la economía de mercado libre que uno pueda concebir: que la gente mire a su alrededor y repare en las cosas y oportunidades asombrosas que el comercio y los empresarios han brindado al mundo en los últimos 200 años. Que repare en nuestro nivel de vida, en lo que comemos, en los aparatos que tenemos a nuestra disposición. ¿Podrían haber siquiera soñado con todo ello los más espléndidos monarcas de hace dos siglos?
Los empresarios, los innovadores y el comercio han convertido lujos sólo asequibles para los más ricos –o ni siquiera para ellos: vuelva al párrafo anterior– en bienes o servicios de uso cotidiano para el común de los mortales. Esa es la mejor defensa del capitalismo.
En muy poco tiempo, el mundo ha experimentado un cambio extraordinario. Éste es, precisamente, el tema de mi libro Cuando la Humanidad creó el mundo. La historia nos muestra que la libertad funciona. En mil años de monarquía absoluta, feudalismo, esclavitud, el ingreso promedio de la humanidad aumentó cerca de un 50 por ciento. Pues bien: en sólo 180 años a contar desde 1820, el ingreso promedio de la humanidad ha crecido cerca de un... ¡1.000 por ciento!
En los últimos 100 años, el hombre ha creado riqueza, aumentado la esperanza de vida y disminuido los niveles de pobreza más que en los 100.000 años precedentes. Y todo gracias a que gente como usted, empresarios, pensadores, creadores, innovadores, apostaron por ideas nuevas, se patearon el mundo y derribaron numerosos muros mentales.
En las últimas décadas de globalización, que han visto difundirse por todo el mundo nuevas maneras de hacer las cosas, hemos asistido a un fenómeno impresionante: los países en vías de desarrollo crecen más rápido que los países más ricos. A uno de éstos, el duplicar su ingreso promedio pudo llevarle unos 40 años; China, la India, Bangladesh o Vietnam lo consiguen en 10 ó 15. ¿Por qué? Porque se sirven de ideas y tecnologías que nosotros tardamos generaciones en desarrollar. Por eso es que la pobreza en el mundo se ha visto reducida a la mitad en los últimos 20 años.
Nada existe desde el principio. Ni siquiera los recursos naturales son naturales en un sentido estricto, como han comprendido muchos gobiernos luego de nacionalizar el petróleo o el gas, por poner dos ejemplos. Y es que, sencillamente, no hay recursos naturales si no hay espíritu emprendedor.
La magia existe
Max Weber, el sociólogo alemán, pensaba que el mundo moderno estaba experimentando una desmitificación que él consideraba muy problemática. Ya no quedaba magia en el mundo, se lamentaba; la ciencia estaba explicándolo todo: la vida, la naturaleza, las enfermedades...
¿Cómo que no hay magia? Hmmm. ¿Ha montado usted en avión y cruzado el Atlántico? En 1901 hubo un muy incisivo comentarista que dijo que eso era imposible. Que no podríamos hacer algo así hasta por lo menos pasados 50 años. Ese incisivo comentarista era Wilbur Wright, uno de los dos hermanos Wright...
En cada producto o servicio que utilizamos en el día a día hay inteligencia, ingenio, trabajo duro. Si damos por hecho todo lo que tenemos es porque hemos convertido en ordinario lo asombroso. Ya lo dice el dicho: "Quien ha quedado satisfecho le da la espalda al pozo". Por eso es que hay que afanarse en que el pozo de la libertad, la empresarialidad, la innovación no se seque, y en recordar las razones por las cuales hoy vivimos más y mejor que nunca.
© El Cato
Los empresarios, los innovadores y el comercio han convertido lujos sólo asequibles para los más ricos –o ni siquiera para ellos: vuelva al párrafo anterior– en bienes o servicios de uso cotidiano para el común de los mortales. Esa es la mejor defensa del capitalismo.
En muy poco tiempo, el mundo ha experimentado un cambio extraordinario. Éste es, precisamente, el tema de mi libro Cuando la Humanidad creó el mundo. La historia nos muestra que la libertad funciona. En mil años de monarquía absoluta, feudalismo, esclavitud, el ingreso promedio de la humanidad aumentó cerca de un 50 por ciento. Pues bien: en sólo 180 años a contar desde 1820, el ingreso promedio de la humanidad ha crecido cerca de un... ¡1.000 por ciento!
En los últimos 100 años, el hombre ha creado riqueza, aumentado la esperanza de vida y disminuido los niveles de pobreza más que en los 100.000 años precedentes. Y todo gracias a que gente como usted, empresarios, pensadores, creadores, innovadores, apostaron por ideas nuevas, se patearon el mundo y derribaron numerosos muros mentales.
En las últimas décadas de globalización, que han visto difundirse por todo el mundo nuevas maneras de hacer las cosas, hemos asistido a un fenómeno impresionante: los países en vías de desarrollo crecen más rápido que los países más ricos. A uno de éstos, el duplicar su ingreso promedio pudo llevarle unos 40 años; China, la India, Bangladesh o Vietnam lo consiguen en 10 ó 15. ¿Por qué? Porque se sirven de ideas y tecnologías que nosotros tardamos generaciones en desarrollar. Por eso es que la pobreza en el mundo se ha visto reducida a la mitad en los últimos 20 años.
Nada existe desde el principio. Ni siquiera los recursos naturales son naturales en un sentido estricto, como han comprendido muchos gobiernos luego de nacionalizar el petróleo o el gas, por poner dos ejemplos. Y es que, sencillamente, no hay recursos naturales si no hay espíritu emprendedor.
La magia existe
Max Weber, el sociólogo alemán, pensaba que el mundo moderno estaba experimentando una desmitificación que él consideraba muy problemática. Ya no quedaba magia en el mundo, se lamentaba; la ciencia estaba explicándolo todo: la vida, la naturaleza, las enfermedades...
¿Cómo que no hay magia? Hmmm. ¿Ha montado usted en avión y cruzado el Atlántico? En 1901 hubo un muy incisivo comentarista que dijo que eso era imposible. Que no podríamos hacer algo así hasta por lo menos pasados 50 años. Ese incisivo comentarista era Wilbur Wright, uno de los dos hermanos Wright...
En cada producto o servicio que utilizamos en el día a día hay inteligencia, ingenio, trabajo duro. Si damos por hecho todo lo que tenemos es porque hemos convertido en ordinario lo asombroso. Ya lo dice el dicho: "Quien ha quedado satisfecho le da la espalda al pozo". Por eso es que hay que afanarse en que el pozo de la libertad, la empresarialidad, la innovación no se seque, y en recordar las razones por las cuales hoy vivimos más y mejor que nunca.
© El Cato