Hay dos personajes responsables de haber envilecido el debate público en la transición con mentiras y burlas soeces: el socialista Alfonso Guerra y el bizkaitarra Javier Arzallus (o Xabier Arzalluz). A diferencia de ellos, el venerable Josep Tarradellas, verdadero exiliado, mantenía la sensatez y los buenos modos, pero éste era un planeta declinante. La política era de los chulos, ensalzados por los medios de comunicación.
En sus mítines y en sus artículos en el periódico Deia –que desde su fundación se mantiene exclusivamente por la publicidad que insertan el Gobierno regional, las diputaciones y los ayuntamientos controlados por el PNV, y no por sus ventas–, Arzallus ha vertido todo tipo de descalificaciones, insultos, amenazas y sambenitos, reídos en Madrid por opinadores como Pedro Calvo Hernando y Fernando López Agudín.
En un artículo dominical (Deia, 18-8-1985), Arzallus dedicó los últimos párrafos a zaherir a Bandrés, quien había criticado al PNV en una entrevista en el semanario Tiempo por el trato que daba a los militantes desafectos de la línea oficial. En el PNV había estallado la división entre el lendakari Carlos Garaicoechea y los foralistas, que acabaría en escisión.
(...) el señor Bandrés tampoco puede respirar el aire de HB, como también consideró que sus hijos no podían respirar el aire de ninguna ikastola, sino las brisas jacobinas [sic] del colegio francés. El señor Bandrés supo respirar aires radicales y violentos todavía no hace mucho tiempo.
Bandrés, que había sido elegido senador en 1977 y diputado entre 1979 y 1989, contestó mediante una carta enviada a la agencia EFE el día 19, en la que aseguraba que Arzallus
se desplazó a Iparralde [el país vasco francés] para persuadir a los miembros de ETA (p-m) de que no debían cesar en el uso de las armas y abandonar la violencia, para conseguir en definitiva unas cuantas transferencias más para el Gobierno del PNV. En ese momento, nosotros ya llevábamos mucho tiempo negociando una paz digna que acabara con la violencia y devolviera a sus casas a presos y exiliados.
Tres reuniones de Arzallus con etarras
En los días siguientes intervinieron otras personas, como exterroristas y correligionarios de los dos políticos. Arzallus reconoció que se reunió en el país vasco francés con miembros de ETA (p-m) tres veces en 1981: marzo, agosto y septiembre. Los dirigentes del sector de ETA (p-m) que se disolvió José María Lara Fernández, Joseba Aulestia Urrutia, Juan Miguel Goiburu Mendizábal y Fernando López Castillo, entonces militantes de Euskadiko Ezkerra, sostuvieron que la intervención de Arzallus en agosto tuvo un doble efecto: por un lado, alentó las expectativas de quienes propugnaban romper la tregua y, por otro lado, confirmó en sus convicciones a aquellos que defendían que la lucha armada no servía ya a los intereses de la izquierda ni del pueblo vasco.
En la pelotera, Arzallus afirmó (Deia, 25-8-1985) que en las negociaciones entre el Gobierno de UCD y el PNV, desarrolladas con Gabriel Cisneros, "un duro antiautonomista" que había resultado herido en un intento de secuestro perpetrado, precisamente, por poli-milis, el ministro de la Presidencia le dijo que no querían incluir a Bandrés, porque le consideraban un delator para los terroristas. Arzallus advirtió a Bandrés de que si seguía con las revelaciones tendrían que "bajar a ese terreno donde lo más gordo queda por decir".
Unos días más tarde, ambos políticos dieron por zanjada la bronca. En el artículo de despedida (Deia, 1-9-1985), Bandrés escribió que su partido
encontró justificación política a la lucha de ETA hasta el día en que a Euskadi llegó la democracia, que no fue el 15-6-1977 [elecciones generales], ni el 6-12-1978 [referéndum constitucional], como en el resto del Estado, sino el 25 de octubre de 1979, cuando el pueblo vasco aceptó mayoritariamente, en referéndum, el Estatuto de Gernika.
Por su parte, Arzallus reconocía que miembros de su partido se reunían periódicamente con los terroristas:
Se me ha criticado y también a mi partido que hayamos tenido conversaciones con organizaciones armadas. Lo hemos hecho siempre que hemos podido. Y en mi opinión deberíamos seguir haciéndolo.
Arzallus y Bandrés habían admitido ante toda España que los políticos nacionalistas vascos tenían contactos frecuentes con terroristas a espaldas del Gobierno y la Policía.
ABC, en defensa de Arzallus
La polémica, producida a finales de agosto, interesó a la prensa nacional. El País, algunos de cuyos redactores y tribunos tenían vínculos con EE, defendió a Bandrés. Diario 16 arremetió contra Arzallus. Y ABC, dirigido por Luis María Ansón, salió en defensa del exjesuita. En un editorial (ABC, 26-8-1985) se sostenía que Javier Arzallus era
el político más coherente del nacionalismo moderado [sic] vasco y, casualmente, el que ha preconizado contra todo evento la posición que el PNV mantiene coherentemente sobre la OTAN.
Añadía el editorial que todo era una maniobra "de la peor patente" y que no era "improbable" que "algún nacionalista desplazado" hubiera "filtrado informaciones sesgadas". El ABC verdadero daba un nombre, no sabemos con qué fiabilidad: Carlos Garaicoechea. Y es que en la escisión del PNV Ansón había tomado partido por Arzallus, ya que consideraba a Garaicochea poco menos que un rojo y un republicano.
Ansón estaba empeñado en construir una especie de CEDA para hacer que Manuel Fraga ganase las elecciones a Felipe González, y el PNV de Arzallus era la carta a la que apostaba en la política vasca.
La ETA buena: 22 muertos
El partido por el que Bandrés fue parlamentario en 1977, EIA, estaba vinculado a ETA (p-m), hasta el punto de que los etarras de esta escisión atracaban bancos y empresas para financiar campañas electorales del mismo.
Algunos de los atentados perpetrados por ETA (p-m), considerada en ambientes izquierdistas españoles como la ETA buena, fueron los asesinatos de los dirigentes de la UCD vasca José Ignacio Ustarán y Juan de Dios Doval; una campaña de bombas para hundir el turismo en 1979 que causó siete muertos en Barajas, Chamartín y Atocha; los secuestros de Gabriel Cisneros y Javier Rupérez. ETA (p-m) fue la primera en asesinar militantes de un partido político democrático español (nunca nacionalistas vascos), actividad que ETA militar adoptaría después contra cargos de PP y PSOE. Se le atribuyen veintidós asesinatos entre 1975 y 1980.
Es cierto que Bandrés y Mario Onaindía consiguieron, de acuerdo con los Gobiernos de UCD, que ETA (p-m) se disolviese y sus miembros dejasen las armas a cambio de indultos y de que se sobreseyeran las acusaciones que pesaban sobre ellos, pero también lo es que participaron en organizaciones políticas con vínculos directos con el terrorismo. Durante el secuestro de Rupérez, Diario 16 publicó un editorial en el que sobre Bandrés dijo lo siguiente:
No se puede estar a la vez en el Parlamento y formar al mismo tiempo un frente político-militar con los terroristas.
La disolución de EE en el PSOE
Años después de la polémica entre Arzallus y Bandrés, en 1991, el PNV y EE formaron un Gobierno de coalición, del que también participó la escisión del PNV, Eusko Alkartasuna. Ese mismo año, Bandrés fue elegido presidente de EE. Desde su fundación como coalición para las elecciones de 1977, EE fue evolucionado, y los componentes abertzale y marxista fueron sustituidos por elementos socialdemócratas y por la aceptación de la Constitución; de su logotipo desapareció la ikurriña, inventada por los Arana, y su lugar lo ocupó el árbol de Guernica.
En 1993 la Euskadiko Ezkerra de Bandrés y Onaindía se integró en el PSOE vasco, que desde entonces se denomina PSE-EE-PSOE. Gracias a esta unión, en las elecciones generales de 1993 las listas vascas de los socialistas sumaron 6.000 votos más que las del PNV, y por primera vez desde 1977 el partido de los Arana, Arzallus y Ardanza quedó en segundo lugar en sufragios: 293.000 votos y siete diputados socialistas frente a 287.000 y cinco diputados peneuvistas.
Onaindía, con un pasado terrorista innegable (fue condenado en el proceso de Burgos de 1970 e indultado por el general Franco), acabó sus días como presidente del partido socialista de Álava. En alguna ocasión se habló de Bandrés como Defensor del Pueblo, hasta que un derrame cerebral le apartó de la vida pública.
Onaindía se arrepintió de su participación en ETA. Sin embargo, Arzallus, que no pasó por ETA, pronunció en los años posteriores frases como las de "Unos sacuden el árbol y otros recogen las nueces" y "Uno no se imagina a un catalán con pistola y a un vasco sí; es una cuestión de carácter".
Como ha escrito Jon Juaristi, "el PNV no era terrorista, pero necesitaba del terrorismo para mantener su ventaja política". Y en esas seguimos.