La historiografía oficial y académica había establecido como verdadera la versión del historiador José Muñoz Maldonado, que dio a conocer por primera vez la supuesta literalidad del bando en 1833, en su obra Historia política y militar de la Guerra de la Independencia contra Napoleón Bonaparte, desde 1808 a 1814, escrita sobre los documentos auténticos del Gobierno. Muñoz Maldonado indicaba también que el autor había sido Juan Pérez Villamil, que en 1808 era auditor general del Consejo Supremo del Almirantazgo. Dos años después, en 1835, el Conde de Toreno ratificaba la autoría de Pérez Villamil en su Historia del levantamiento.
Sin embargo, Adolfo de Castro, historiador gaditano, atribuyó en 1858 la autoría de las tres frases de Móstoles al Conde de Montijo, un fernandino que se había convertido en un agitador profesional y que había firmado algunos papeles durante la guerra como "El Alcalde de Móstoles".
Todo cambió en 1908, cuando el párroco de Cumbres de San Bartolomé (Huelva) encontró entre los papeles del archivo de su iglesia una copia del bando original de Móstoles... y no aparecía ninguna de las tres frases. La sorpresa fue mayúscula. Jerónimo Becker aseguró en La Época del 3 de mayo de 1908 que había dos bandos: uno administrativo, el que se acababa de descubrir, achacable por anodino a los alcaldes, y otro el revolucionario, el conocido, cuya autoría atribuía a Pérez Villamil. Sin embargo, el historiador Nicolás Pérez Jiménez reconstruyó, también en 1908, la escena de Móstoles gracias a una documentación inédita procedente de Esteban Fernández de León. Éste habría sido quien alertó a Pérez Villamil y quién le instó a escribir el bando, uno sólo, para que lo firmaran los alcaldes mostoleños.
¿Y el bando que hasta entonces se había tenido por el auténtico? El historiador Antonio Rumeu de Armas publicó en 1940 un estudio que aseguraba que Pérez Villamil había sido el autor de los dos bandos, el original y el apócrifo. ¿Cómo era posible? Muñoz Maldonado había entrevistado al autor para documentar su libro antes de 1824, pero, al carecer de originales, Pérez Villamil lo recreó. La historiografía convino en que era esto lo que había ocurrido.
Sin embargo, no fue así. La historia del bando apócrifo es la siguiente.
Al marchar Fernando VII a Bayona, en abril de 1808, había dejado una Junta de Gobierno que, al margen de las instituciones tradicionales, tenía el mandato de representarle en su ausencia, así como de preparar un levantamiento si las negociaciones con Napoleón se torcían. Antes del Dos de Mayo, la Junta creó otra de carácter clandestino que sirviera para la insurrección, y que presidió el Conde de Ezpeleta. Uno de los miembros de esta junta insurreccional era Juan Pérez Villamil, quien, a pesar de tener su residencia en Navalcarnero, estaba el 2 de mayo en Móstoles. Allí se encontró con Esteban Fernández de León, intendente del Ejército y de la Real Hacienda de Caracas, que había huido de Madrid, y que le instó a convencer a los alcaldes de Móstoles para que escribieran el famoso bando.
Uno de los acompañantes de Fernández de León, Pedro Serrano, fue el encargado de difundir el bando por el camino de Extremadura. De esta manera, comunicó a las autoridades municipales los sucesos de Madrid y que había llegado la hora del levantamiento contra el francés. Así llegó a Cumbres de San Bartolomé.
El bando no tuvo consecuencias, pues pocas autoridades españolas decidieron actuar –no lo hicieron hasta finales de mayo y comienzos de junio–. La verdad es que durante la guerra nadie se acordó del texto, pues se perdió en la avalancha de propaganda patriótica, en la que otros bandos y otras proclamas tuvieron mucha más trascendencia. Es más, no se encuentra en la mayor colección de proclamas y bandos publicados durante la contienda: los siete tomos de Demostración de la lealtad española (1808-1809). Tampoco se menciona en la propaganda que se publicó en provincias sobre lo que había ocurrido en Madrid, ni en las memorias de los personajes del momento, como Azanza y O'Farrill, Alcalá Galiano o Mesonero Romanos (un niño madrileño entonces, pero que recopiló las piezas populares que fueron decisivas en aquellos días).
No obstante, sí hay una primera referencia del bando apócrifo que se les ha pasado por alto tanto a los historiadores de la Guerra de la Independencia como a los biógrafos del personaje. Me refiero a la obra de Álvaro Flórez Estrada titulada Introducción para la historia de la revolución de España, que vio la luz por partes en El Español de Blanco White y que publicó en 1810 en Londres, traduciéndose al inglés al año siguiente. En la página 126 de este libro se pueden leer las tres frases que constituyeron el famoso bando del Alcalde de Móstoles durante décadas. Esto ya lo expuse en Aportes. Revista de historia contemporánea en su número 67 (2008).
¿Cómo se enteró Flórez Estrada de la existencia y contenido del bando? La toma de Madrid por las tropas napoleónicas obligó a los patriotas a refugiarse en Sevilla. Allí fue a parar Fernández de León en agosto de 1809, donde residía aquél desde hacía unos meses. Ambos trabajaron para la Junta Central y se movieron en los altos círculos políticos sevillanos, por lo que es muy posible que Flórez Estrada se enterara por relación directa con Fernández de León.
La invasión de Andalucía por el ejército josefino obligó al exilio a los patriotas. Refugiado en Inglaterra, Flórez Estrada, como otros, decidió seguir la guerra de propaganda. Publicó entonces su Introducción para la historia de la revolución de España. Ya en su prólogo advertía de que en Londres carecía de documentos, y de que la obra, por tanto, no tendría la precisión historiográfica que él hubiera deseado. Flórez Estrada escribió lo que recordaba de sus conservaciones con los huidos de Madrid y de lo que vivió en España. No le importaba tanto la exactitud en la literalidad del documento como el efecto que pudiera causar. Nació así el bando apócrifo de Móstoles con sus tres frases, mucho más literario, romántico, revolucionario y eficaz, y que hoy todo el mundo conoce.
Años después, Muñoz Maldonado encontró el bando en el libro de Flórez, lo copió y no le citó. ¿Por qué? La razón es que el asturiano había sido conspirador desde 1814, un radical en el Trienio Liberal, y la policía fernandina le tenía por uno de los cabecillas de los pronunciamientos liberales desde el exilio. Una referencia a su libro, en una obra encargada por el mismísimo Fernando VII, no debió de parecerle conveniente a Muñoz Maldonado.
No he encontrado una referencia anterior al bando de Móstoles, y al coincidir plenamente con el trascrito por Muñoz Maldonado, la autoría de Flórez Estrada del bando apócrifo no deja lugar a dudas.
Sin embargo, Adolfo de Castro, historiador gaditano, atribuyó en 1858 la autoría de las tres frases de Móstoles al Conde de Montijo, un fernandino que se había convertido en un agitador profesional y que había firmado algunos papeles durante la guerra como "El Alcalde de Móstoles".
Todo cambió en 1908, cuando el párroco de Cumbres de San Bartolomé (Huelva) encontró entre los papeles del archivo de su iglesia una copia del bando original de Móstoles... y no aparecía ninguna de las tres frases. La sorpresa fue mayúscula. Jerónimo Becker aseguró en La Época del 3 de mayo de 1908 que había dos bandos: uno administrativo, el que se acababa de descubrir, achacable por anodino a los alcaldes, y otro el revolucionario, el conocido, cuya autoría atribuía a Pérez Villamil. Sin embargo, el historiador Nicolás Pérez Jiménez reconstruyó, también en 1908, la escena de Móstoles gracias a una documentación inédita procedente de Esteban Fernández de León. Éste habría sido quien alertó a Pérez Villamil y quién le instó a escribir el bando, uno sólo, para que lo firmaran los alcaldes mostoleños.
¿Y el bando que hasta entonces se había tenido por el auténtico? El historiador Antonio Rumeu de Armas publicó en 1940 un estudio que aseguraba que Pérez Villamil había sido el autor de los dos bandos, el original y el apócrifo. ¿Cómo era posible? Muñoz Maldonado había entrevistado al autor para documentar su libro antes de 1824, pero, al carecer de originales, Pérez Villamil lo recreó. La historiografía convino en que era esto lo que había ocurrido.
Sin embargo, no fue así. La historia del bando apócrifo es la siguiente.
Al marchar Fernando VII a Bayona, en abril de 1808, había dejado una Junta de Gobierno que, al margen de las instituciones tradicionales, tenía el mandato de representarle en su ausencia, así como de preparar un levantamiento si las negociaciones con Napoleón se torcían. Antes del Dos de Mayo, la Junta creó otra de carácter clandestino que sirviera para la insurrección, y que presidió el Conde de Ezpeleta. Uno de los miembros de esta junta insurreccional era Juan Pérez Villamil, quien, a pesar de tener su residencia en Navalcarnero, estaba el 2 de mayo en Móstoles. Allí se encontró con Esteban Fernández de León, intendente del Ejército y de la Real Hacienda de Caracas, que había huido de Madrid, y que le instó a convencer a los alcaldes de Móstoles para que escribieran el famoso bando.
Uno de los acompañantes de Fernández de León, Pedro Serrano, fue el encargado de difundir el bando por el camino de Extremadura. De esta manera, comunicó a las autoridades municipales los sucesos de Madrid y que había llegado la hora del levantamiento contra el francés. Así llegó a Cumbres de San Bartolomé.
El bando no tuvo consecuencias, pues pocas autoridades españolas decidieron actuar –no lo hicieron hasta finales de mayo y comienzos de junio–. La verdad es que durante la guerra nadie se acordó del texto, pues se perdió en la avalancha de propaganda patriótica, en la que otros bandos y otras proclamas tuvieron mucha más trascendencia. Es más, no se encuentra en la mayor colección de proclamas y bandos publicados durante la contienda: los siete tomos de Demostración de la lealtad española (1808-1809). Tampoco se menciona en la propaganda que se publicó en provincias sobre lo que había ocurrido en Madrid, ni en las memorias de los personajes del momento, como Azanza y O'Farrill, Alcalá Galiano o Mesonero Romanos (un niño madrileño entonces, pero que recopiló las piezas populares que fueron decisivas en aquellos días).
No obstante, sí hay una primera referencia del bando apócrifo que se les ha pasado por alto tanto a los historiadores de la Guerra de la Independencia como a los biógrafos del personaje. Me refiero a la obra de Álvaro Flórez Estrada titulada Introducción para la historia de la revolución de España, que vio la luz por partes en El Español de Blanco White y que publicó en 1810 en Londres, traduciéndose al inglés al año siguiente. En la página 126 de este libro se pueden leer las tres frases que constituyeron el famoso bando del Alcalde de Móstoles durante décadas. Esto ya lo expuse en Aportes. Revista de historia contemporánea en su número 67 (2008).
¿Cómo se enteró Flórez Estrada de la existencia y contenido del bando? La toma de Madrid por las tropas napoleónicas obligó a los patriotas a refugiarse en Sevilla. Allí fue a parar Fernández de León en agosto de 1809, donde residía aquél desde hacía unos meses. Ambos trabajaron para la Junta Central y se movieron en los altos círculos políticos sevillanos, por lo que es muy posible que Flórez Estrada se enterara por relación directa con Fernández de León.
La invasión de Andalucía por el ejército josefino obligó al exilio a los patriotas. Refugiado en Inglaterra, Flórez Estrada, como otros, decidió seguir la guerra de propaganda. Publicó entonces su Introducción para la historia de la revolución de España. Ya en su prólogo advertía de que en Londres carecía de documentos, y de que la obra, por tanto, no tendría la precisión historiográfica que él hubiera deseado. Flórez Estrada escribió lo que recordaba de sus conservaciones con los huidos de Madrid y de lo que vivió en España. No le importaba tanto la exactitud en la literalidad del documento como el efecto que pudiera causar. Nació así el bando apócrifo de Móstoles con sus tres frases, mucho más literario, romántico, revolucionario y eficaz, y que hoy todo el mundo conoce.
Años después, Muñoz Maldonado encontró el bando en el libro de Flórez, lo copió y no le citó. ¿Por qué? La razón es que el asturiano había sido conspirador desde 1814, un radical en el Trienio Liberal, y la policía fernandina le tenía por uno de los cabecillas de los pronunciamientos liberales desde el exilio. Una referencia a su libro, en una obra encargada por el mismísimo Fernando VII, no debió de parecerle conveniente a Muñoz Maldonado.
No he encontrado una referencia anterior al bando de Móstoles, y al coincidir plenamente con el trascrito por Muñoz Maldonado, la autoría de Flórez Estrada del bando apócrifo no deja lugar a dudas.