El futuro siempre está abierto, pero los datos que arrojan los sondeos son los que son: y a día de hoy no hay encuesta que otorgue la victoria en las próximas elecciones generales a ningún partido que no sea el irreconocible partido que lidera el felón de Mariano Rajoy. Y no me refiero sólo a las encuestas que publican este lunes ABC y La Razón, sino también a la de Sigma Dos publicada en El Mundo. Aunque Ciudadanos adelante en este sondeo al PSOE y se quede tan sólo a cuatro puntos del PP, Albert Rivera seguiría sin poder desbancar a Rajoy aunque sumara sus fuerzas a las del PSOE.
Ojalá las cosas cambien de aquí al 20-D, pero mucho me temo que la formación de Albert Rivera ha perdido una ocasión de oro, no sólo de presentarse como una alternativa –si no liberal, al menos liberalizadora– frente a la decadente socialdemocracia dominante, sino también de sacar legítima tajada electoral del pusilánime desastre que el Gobierno de Rajoy ha protagonizado frente a la inacabada rebelión secesionista de la Generalidad.
Así las cosas, y aunque no falte quienes reprochen con razón a Rajoy que el PP haya perdido millones de votantes, lo cierto es que este infausto presidente de Gobierno está más cerca de ser el vivo que se queda con el bollo que el muerto que se echa al hoyo. Y es que, si este irreconocible PP no ha tenido problema en traicionar a su electorado con amplia mayoría absoluta, ¿qué obstáculo le va a suponer su pérdida mientras Rajoy siga siendo presidente?
Creo que la corrupción ideológica a la que el carácter de Rajoy ha condenado al PP va a seguir siendo, en ese caso, el rasgo más característico de este partido. Pero precisamente por ello la pérdida de la mayoría absoluta, por clamorosa que sea, va a ser vista con la misma despreocupación con la que Rajoy ha venido percibiendo esa fuga de votantes desde 2011. A él lo que le interesa es seguir siendo presidente, y si para ello tiene que suscribir acuerdos y llegar a pactos con quien sea, lo hará sin importarle lo que se quede sin hacer y con mucha mayor excusa que la que ha tenido hasta ahora para protagonizar, con amplísima mayoría absoluta, la mayor traición que haya perpetrado un gobierno contra su electorado en toda la historia de la democracia.
El carácter de Rajoy, su acomodaticia pasividad a la hora de dar la batalla de las ideas, su falta de principios y hasta de lecturas han sido, en realidad, los auténticos responsables de que haya resultado ser verdad aquello que afirmó al poco tiempo de ser investido presidente por holgadísima mayoría absoluta: "Haré cualquier cosa, aunque no me guste y aunque haya dicho que no lo vaya a hacer". Pero si Rajoy se excusó entonces en la mala herencia recibida, ¿qué no excusará en la necesidad de llegar acuerdos con otras formaciones en la próxima legislatura?
Se dirá que la influencia de Ciudadanos será positiva para este PP desnortado. Sin duda lo será, pero no hasta el punto de regenerarlo, de volverlo a convertir en referente de lo que fue y de evitar la decadencia que supondrá la persistencia de un hombre como Rajoy al frente del Gobierno. Ojalá me equivoque.