Me quejaba a comienzos de semana de cómo la prensa madrileña afín al PP había maquillado los discretos contactos entre Rajoy y Mas presentándolos como los responsables de un supuesto giro hacia la moderación del presidente catalán. Me lamentaba de cómo estos diarios, con tal de justificar el hecho de que la única reacción de Rajoy ante la efervescencia nacionalista haya sido siempre la cesión, hicieran suya la cantinela de que la delictiva y despilfarradora Administración autonómica lo que requiere es un "nuevo modelo de financiación" todavía más generoso.
Pues bien. Hoy quiero celebrar cómo diarios como El Mundo y ABC arremeten contra Rajoy y denuncian su decisiva responsabilidad en el desafío secesionista que estamos padeciendo. Sigue sin ser el caso de La Razón, que, como bien señalaba con ironía Pilar Díaz, "nunca le hará un reproche a Rajoy así le regalé a Mas Valencia, Baleares o incluso Madrid, ya puestos".
Ciertamente, de gentecilla como Marhuenda, más dispuesta a defender unas siglas que unos principios, poco cabe esperar. Ellos son responsables, junto con la propia corrupción ideológica que anida en la actual dirección del PP, de que los nacionalistas se hayan crecido ante un Gobierno acomplejado, que oscila entre el inmovilismo y la cesión y que, de forma contraproducente, trata de contentar a los que no se van a contentar.
Sin embargo, hay que celebrar que un diario como ABC por fin considere que "ha llegado la hora" de denunciar que
el Gobierno no está actuando con la diligencia debida ante el envite del nacionalismo catalán. Mantener una agenda secreta con Mas o buscar un perfil silencioso ante un desafío mayúsculo son tácticas que reflejan una actitud acomplejada ante el separatismo.
Que ABC arremeta contra un Gobierno del PP por actuar con una "desidia que pone en riesgo la propia integridad de España" es motivo de esperanza, por mucho que este Gobierno siga sin atreverse a combatir ideológicamente el nacionalismo y tampoco esté dispuesto a castigar penal, política ni financieramente el caro y delictivo "proceso de construcción nacional" de Cataluña.
Si lamentable fue que la vicepresidenta Saenz de Santamaría, un día antes de la Diada, no se atreviera a mentar a los nacionalistas cuando criticó a "los dirigentes políticos que, en lugar de unir, pretenden separar a los ciudadanos", más patético resulta el hecho de que, un día después de la celebración separatista, el único ministro del Gobierno que la haya comentado haya sido el ministro de… Exteriores.
Además de esto, lo vergonzoso de Margallo no es que considere un "éxito" la, ciertamente, exitosa organización de la "cadena humana por la independencia"; tampoco, lógicamente, que lo lamente con "preocupación y tristeza". Lo bochornoso es que el ministro de Exteriores considere que haya que ceder ante ella con una reforma "en el tema de competencias y la financiación".
Está visto que, con este Gobierno del PP, los nacionalistas, hagan lo que hagan, no tienen nada que perder. Y cuantos más lo denunciemos, mejor.