No se si es la última forma que tiene el todavía líder del PSOE de competir en populismo con los comunistas de Podemos; pero el caso es que Pedro Sánchez, durante su reciente visita a la provincia de Zaragoza, utilizó tres veces, de forma casi consecutiva, la expresión "que coño tiene que pasar" para que el presidente del Gobierno "pise el barro" y visite, como él, las zonas afectadas por la crecida del Ebro.
Teniendo presente que, a esas horas, dos ministros del Gobierno ya habían visitado las zonas inundadas y que el Ejecutivo ya había anunciado que tomaría medidas en el próximo Consejo de Ministros, las declaraciones de Sánchez podrían ser consideradas como una simple muestra del más soez de los oportunismos. Pero, desgraciadamente, es algo mucho peor: Es un monumental ejercicio de hipocresía. Fueron los socialistas –incluido Pedro Sánchez- los que derogaron el Plan Hidrológico Nacional y con él la posibilidad de trasvasar agua de donde sobra a donde falta. Son estas canalizaciones la mejor forma, si no la única, de evitar las inundaciones o al menos de paliar sus catastróficos efectos y de convertir el maldito exceso en bendito auxilio a la escasez.
Sin embargo, por satisfacer las catetas y cainitas exigencias de sus socios separatistas, Zapatero abortó aquel proyecto de Aznar-muy similar, por cierto, al planteado por Josep Borrell en la anterior etapa socialista- a pesar de que ya disponía de toda la financiación necesaria, incluidos los más de 4.000 millones de euros provenientes de Bruselas, y el consenso del Consejo Nacional del Agua que agrupaba a las asociaciones de regantes, confederaciones hidrográficas y administraciones públicas.
Recuerdo que el bueno de Amando de Miguel, en una esplendida conferencia que vino a dar en Alicante al poco tiempo de llegar Zapatero a la Moncloa, consideró que la entonces recién anunciada derogación del Plan "Hidrológico" –en realidad, hídrico- era tan demencial que estaba seguro de que el Gobierno socialista, más tarde o más temprano, y aunque fuera con otro nombre, lo rescataría. Claro que, por aquellas fechas, todavía nadie se podía imaginar lo que era el zapaterismo y, menos aun, de que habría continuidad del mismo bajo siglas del PP.
No voy a reiterar, por ello ahora, la traición del PP a la España seca, tal y como hice hace escasos meses con ocasión de la brutal sequía –la peor en 150 años- que padecimos en la provincia de Alicante. Lo único que me voy a preguntar, utilizando el mismo lenguaje de quien aspira a ser presidente del Gobierno, es: ¿Qué coño tiene pasar para que haya trasvases? Además de pisar el barro de la España inundada, convendría que Rajoy y Sánchez pisasen también el polvo de la sedienta tierra de nuestra España seca.