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Guillermo Dupuy

PP, Ciudadanos y su 'flexible' consenso socialdemócrata

Este irresponsable consenso a favor de una todavía mayor "flexibilidad" en la reducción del déficit no va a desatascar la formación del nuevo Gobierno.

Tras esta tercera legislatura de Zapatero bajo siglas del PP, en la que el Gobierno de Rajoy ha incumplido todos los años los objetivos de reducción del déficit –incluso después de haberlos renegociado con Bruselas– y en la que la deuda pública de nuestro país se ha incrementado como nunca antes en su historia, sería momento de tomarse muy en serio aquellas encomiables e incumplidas palabras de Soraya Sáenz de Santamaría de hace cuatro años:

No se puede gastar más de lo que se ingresa, y sobre el que gaste más caerá el peso de la ley, porque la primera obligación de un responsable político es saber gestionar con lo que tiene y no comprometer el futuro con lo que no tiene.

Así debería ser; con más motivo, ahora, cuando la deuda pública ha alcanzado el 100% de nuestro PIB y cuando Bruselas acaba de advertir a España de que deberá hacer ajustes adicionales para equilibrar sus cuentas. Eso por no hablar del cada vez mayor número de analistas de prestigio internacional que temen una nueva crisis por el estallido de la burbuja de deuda pública.

Sin embargo, miren ustedes por dónde, el único principio de acuerdo de relieve al que han llegado Rajoy y Rivera para estrechar lazos con el PSOE de cara a la formación de un nuevo Gobierno es el de pedir a la Comisión Europea que "flexibilice" –todavía más, habría que añadir– la lucha contra nuestro desequilibrio presupuestario, de tal forma que retrase para el año 2017 el objetivo de reducirlo al 2,8% fijado para este año.

Ni que decir tiene que, al margen de los impedimentos que pueda ponerle nuestros socios comunitarios, no habrá problema alguno en torno a esta insensata "flexibilidad", a la que ninguna pega le pondrá tampoco Podemos, que no sea –claro está– la de tildarla de insuficientemente flexible. Al fin y al cabo, los "muy verdes naranjitos" ya habían renunciado antes de las elecciones a ser una alternativa liberal a ese consenso socialdemócrata en el que pelean el irreconocible PP de Rajoy y el PSOE, mientras que Podemos no deja de ser una excrecencia, radicalizada pero lógica, de esa decadente casta estatista adicta al endeudamiento público.

Para lo que no va a servir este irresponsable consenso a favor de que nuestros gobernantes puedan seguir gastando más de lo que ingresan es para desatascar la formación de un nuevo Gobierno, mientras Rajoy y Sánchez se empecinen en presidirlo. Esto es lo que hace doblemente surrealista las reuniones que están manteniendo entre sí los dirigentes de PP, PSOE y Ciudadanos: que mientras el primero interviene en estas reuniones y negociaciones con la determinación de ser él el que presida esta coalición constitucionalista, el segundo sólo duda, en el mejor de los casos, si preside el Gobierno con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PP o lo hace con el apoyo de podemitas y separatistas.

Lo que parece claro es que nos dirigimos –y eso, repito, en el mejor de los casos– a una cuarta legislatura de Zapatero y segunda de Rajoy, aunque ninguno de los dos siga siendo presidente.

Frente a este panorama, la única esperanza es la de ver a un PP recuperando en la oposición su traicionado ideario liberal-conservador frente a un Gobierno presidido por un socialista, que siempre será mejor que gobierne con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PP a que lo haga con el respaldo de comunistas y separatistas.

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