Me alegra que el editorial de El Mundo de este miércoles ya considere que es posible que el año que viene suceda lo que hace una semana consideraba categóricamente que no iba a suceder, a saber: que Artur Mas celebre su ilegal consulta secesionista. También aplaudo a ese diario por ser de los pocos medios de la prensa escrita en denunciar la pila de miles de millones que el Gobierno de Rajoy viene prestando a la Generalidad desde que hace dos años Artur Mas lanzara su ilegal desafío secesionista.
No tiene sentido, sin embargo, que El Mundo todavía contraponga esta "generosidad" de Rajoy al hecho de que Artur Mas se haya negado durante todo este tiempo a "reducir los gastos del enorme tinglado mediático y propagandístico al servicio de su proyecto". Y menos sentido tiene aún decir que "esta generosidad no ha servido para nada, según las palabras de Joan Rosell, presidente de la CEOE, que afirmó ayer que cada vez hay más empresarios catalanes que apoyan el independentismo".
Claro que esta mal llamada "generosidad" de Rajoy ha servido, y para mucho, aunque todo sea malo. Para empezar, ha servido para que Mas haya podido seguir sufragando su carísimo proyecto de construcción nacional, que no se reduce a los gastos de la consulta ni al demencial gasto que exige el tinglado mediático y propagandístico de su proyecto, sino también unas caras como ilegales "estructuras de Estado", tales como el Consejo de Transición Nacional o el germen de una Agencia Tributaria propia como las que vienen desarrollando desde hace un año. Esta generosidad de Rajoy ha servido también para que muchos catalanes, incluidos también muchos empresarios, hayan pasado a apoyar el independentismo.
También la "generosidad" a cargo del contribuyente le ha servido a Rajoy para conseguir, al menos por ahora, aquello a lo que parece dispuesto a sacrificar todo lo demás, incluido su rechazo al separatismo: no tener que intervenir la Generalidad de Cataluña. Si Rajoy se hubiera negado a auxiliar financieramente el proyecto secesionista de Mas, este habría acarreado hace tiempo la suspensión de pagos de la Generalidad de Cataluña y Rajoy no habría tenido más remedio que intervenirla. De nada le habría servido entonces a Rajoy haber dejado en papel mojado en beneficio de Mas lo que dice el Código Penal sobre los delitos de desobediencia, de prevaricación y de usurpación de atribuciones como los que ya está perpetrando el hábil delincuente que preside la Generalidad. Tampoco le habría servido de nada a Rajoy ignorar como sigue ignorando en beneficio de Mas -aunque también se aprovechen otros manirrotos dirigentes autonómicos- los mecanismos de intervención autonómica que contempla su propia y vulnerada Ley de Estabilidad Presupuestaria. De nada le habría servido a Rajoy ignorar lo que dice el artículo 155 de la Constitución, artículo que precisamente fue concebido para hacer frente a una situación tan extrema como la que estamos sufriendo.
Rajoy, en definitiva, no ha situado a Artur Mas por encima de la ley para luego tener que verse obligado a desbancarlo de su cargo por falta de recursos financieros. No es que Mas no tema a las consecuencias de violar la ley, es que, conocedor del temor que Rajoy tiene a la hora de hacerla cumplir, sabe que todas las consecuencias le serán positivas.