Pocas localidades como Alicante ejemplifican mejor la "línea roja" contra la corrupción que Mariano Rajoy y Alberto Fabra decían que iban a trazar en el PP valenciano. Ninguna supone un testimonio más contundente de su fracaso. La segunda ciudad de la Comunidad Valenciana tiene desde hace años a sus principales responsables institucionales investigados por irregularidades fiscales, administrativas y corrupción urbanística. Ninguno se ha planteado dejar el cargo, apartarse de la política -aunque sea de manera momentánea- o forzar un gesto que pueda dar a entender que la situación les resulta incómoda. Por el contrario, la alcaldesa, Sonia Castedo, que mantiene una triple imputación en el caso Brugal por un presunto apaño a favor del principal contratista del Ayuntamiento, el también imputado Enrique Ortiz, no sólo se ha aferrado al cargo, sino que ha seguido adjudicando contratos a dicho empresario bajo sospecha.
Hasta ahora, "la linea roja" del PP contra la corrupción sólo se ha traducido en Alicante en una especie de barrera que impide a Fabra y a Rajoy visitar la ciudad levantina para evitar la foto con sus máximas autoridades. Algunos recordarán la bochornosa inauguración del AVE Madrid-Alicante –línea, por cierto, que está mostrando preocupantes deficiencias sin que nadie asuma ninguna responsabilidad–, en la que el presidente del Gobierno pareció más preocupado en que no le hicieran la foto con la alcaldesa de la ciudad que por la presencia de un grupo de energúmenos que le esperaban en la estación.
Mas vergonzosa todavía ha sido la espantada vivida este sábado con ocasión de la salida de la Volvo Ocean Race, a la que sí ha acudido numerosa prensa extranjera... y hasta un príncipe sueco para respaldar a su equipo de navegantes. Nunca desde que la vuelta al mundo a vela sale desde el puerto alicantino los políticos han tenido menos ganas de apuntarse el tanto de este gran acontecimiento deportivo de relevancia mundial. Ningún miembro de la Casa Real ni del Gobierno ha acudido a apadrinar la prueba. En el año 2008 vino el rey Juan Carlos I, y en 2011 su hijo, entonces Príncipe de Asturias.
Tampoco el presidente valenciano vino a la inauguración y a la celebración de la primera regata puntuable en la bahía alicantina. Este sábado, cuando los barcos ya partían de Alicante rumbo a Ciudad del Cabo, Fabra se acercó y también dejó en evidencia que su máxima preocupación era que no le hicieran preguntas sobre la alcaldesa y que no le fotografiaran con ella.
¿Con qué legitimidad y con qué energía van a denunciar las autoridades alicantinas el abandono que sufre su ciudad, que va mucho más allá que la falta de padrinazgo a una prueba deportiva, si su máxima preocupación es no acabar en la trena? ¿Por qué iban a atender sus reclamaciones los Gobiernos español y valenciano si provienen de gente tan sumamente salpicada por casos de corrupción? Dado el centralismo valenciano, no me extraña que Fabra no tenga especial interés en limpiar una corrupción que tan neutralizada tiene a la ciudad de Alicante. Sólo espero que en el pecado lleve el presidente valenciano su penitencia. En cuanto a Rajoy, habrá que esperar a ver si es verdad que toma cartas en el asunto. Por ahora, el presidente del Gobierno no ha hecho nada por resolver el problema, salvo evitar que le fotografíen con él.