Muchos dan por descontado que el previsible revés electoral que el PP va a cosechar en las próximas elecciones autonómicas y municipales va a forzar el fin de Rajoy como líder del partido. No caerá esa breva. Y no lo digo porque crea que este PP, envilecido e irreconocible, no va a recibir en estos comicios el varapalo que tan justamente se merece, sino porque dudo mucho de que, a menos de seis meses de las elecciones generales, se ponga a buscar y designar un relevo a su candidatura a la presidencia del gobierno.
Hace tiempo que pienso que sólo la derrota puede traer la cura al PP; pero la derrota a la que me refería como único escenario posible para la regeneración del partido otrora liberal-conservador de este país era la que le desbancara del Gobierno nacional. Estaría encantado en que la medicina no tuviera que ser tan amarga y que la catarsis pudiera producirse antes de las elecciones generales, pero mucho me temo que va a ser que no.
Por otra parte, la derrota del PP y la consiguiente marcha de Rajoy, ambas por ver, las considero condición necesaria pero no suficiente para que este partido vuelva a ser un referente para la derecha liberal de este país. El deterioro no está obligado a conocer límites. Más aun si, como aseguran algunos, el hipotético relevo de este infausto presidente es alguien de su misma cuerda nihilista, pueda o no llevar barba.
La corrupción ideológica del PP arranca cuando Rajoy llamó a liberales y conservadores a irse otro partido; y sólo puede acabar con la vuelta de estos a la dirección del mismo. En este sentido, confío en que, llegada la deseable derrota electoral que fuerce la marcha de Rajoy, José María Aznar alce la voz, no necesariamente para ser él quien vuelva a liderar el partido, sino para orquestar el relevo con plena democracia interna y con clara reivindicación del ideario traicionado.
Muchos conocedores de primera mano de las vicisitudes internas del PP, que me alegran el día al dar ya por descontada e inminente la marcha del actual presidente del Gobierno, me lo entristecen, sin embargo, al asegurarme que Aznar no va a mover un dedo y que ya no pinta nada en el partido. Ellos sabrán. Yo lo que sé es que Aznar es el presidente honorífico del partido y el presidente de FAES, y que quien ostenta estos cargos tiene, más que el derecho, el deber de ejercer su auctoritas para lograr que el partido y el think tank liberal-conservador vuelvan a tener algo que ver el uno con el otro.
En cualquier caso, como ya dije hace años, la regeneración del PP es posible sin Aznar pero imposible con Rajoy. Y, por ello, lo prioritario ahora es lograr que este partido obtenga un revés electoral lo suficientemente grande como para forzarle a dejar de ser lo que ahora es: uno de los muchos partidos de izquierdas que se presentan a las elecciones.