Naturalmente que Cataluña –y no sólo Cataluña– está mal encajada en España. ¿Cómo no va a estar desencajada una región que ha sido gobernada casi cuarenta años por quienes quieren verla abiertamente desgajada del resto de España? Si, al menos, estos mandatarios autonómicos tuvieran unos recursos y unas competencias similares a los que tienen los gobernantes regionales en cualquier país jurídicamente bien vertebrado, la cosa se podría conllevar. Sin embargo, en España, y al amparo de la Constitución, el Gobierno central no ha hecho más que aumentar paulatinamente sus competencias y recursos económicos, lo que ha favorecido que el secesionismo haya pasado de ser prácticamente inexistente en 1978 a ser respaldado por una parte, todavía no mayoritaria pero sí muy nutrida, de los catalanes.
¿Cómo se puede considerar que Cataluña esté bien encajada en España cuando los escolares de esta región no pueden estudiar en español? ¿Qué encaje es este que prohíbe rotular los comercios si no es en catalán o exhibir en sus escaparates artículos relacionados con la general cultura española? ¿Qué encaje es este que otorga a los gobernantes autonómicos el atractivo de ofrecer bienes y servicios públicos pero les evita el coste de ser ellos quienes recauden los impuestos que los hacen posible? ¿Qué encaje es este que considera "regiones" a unas comunidades autónomas y "nacionalidades" a otras? ¿Cómo no iba a crecer el movimiento secesionista en Cataluña con una Constitución que tolera que a los niños se les eduque, no en lo que les une al resto de los españoles, sino en lo que les separa?
Ya he reconocido que buena y decisiva parte del deterioro de la unidad de España se debe no tanto a la letra de la Constitución como a la praxis de unos políticos que no la cumplen ni la han hecho cumplir; pero hay que reconocer que muchas concesiones que se hicieron en nuestra Carta Magna a los nacionalistas han sido utilizadas por estos para tratar de dinamitar la soberanía nacional, base de todo el edificio constitucional.
¿Acaso hemos logrado fomentar la unidad de España distinguiendo entre regiones y nacionalidades? El reconocimiento del régimen foral en los conciertos vasco y navarro, ¿ha fortalecido la unidad de España o, por el contrario, ha sido una fuente de disgregadores agravios comparativos? Las transferencias en materia educativa que han resultado tan disgregadoras, ¿han sido, acaso, inconstitucionales?
Que las administraciones regionales en España manejen un porcentaje de los impuestos muchísimo más elevado que cualquier otra administración regional del mundo es un hecho decisivo que no por constitucional ha dejado de perjudicar la unidad de España, tanto como ha beneficiado el desarrollo en su seno de miniestados cada vez mayores, algunos de los cuales ya apuestan por la independencia.
Hay que desandar el mal camino andado. Es mucho lo que se puede y se debe cambiar en la Constitución para mejorar el encaje de Cataluña en España; siempre y cuando la reforma vaya en dirección opuesta –claro está, o debería estarlo– a lo que plantean quienes quieren verla desgajada.