La celebración de unas nuevas elecciones brinda, ciertamente, una segunda oportunidad a todos los partidos. Sin embargo, no creo que el PSOE la aproveche para dejarse de vetos, como le pide Rajoy. Y, desde luego, el PP ya ha desaprovechado la suya al empecinarse en presentar como candidato a la presidencia al mayor felón que hayamos conocido, que a su vez es el líder peor valorado de la democracia y máximo responsable de que su partido haya perdido en tan sólo cuatro años más de tres millones y medio de votos y 63 escaños. En la repetición de las elecciones generales Rajoy sólo verá una segunda oportunidad de arremeter contra el único partido con el que podría llegar a acuerdos, como es Ciudadanos.
En cuanto a Podemos e IU, supongo que verán su nueva oportunidad en esa coalición electoral con la que creen que van a poder superar al PSOE. Ya veremos.
Por lo que hace a Ciudadanos, confiemos en que Albert Rivera no pierda la ocasión, no sólo para mostrar a su partido como mejor alternativa que el PP y el PSOE de cara a afrontar el desafío secesionista planteado desde Cataluña y el País Vasco, también para liderar la crítica a Podemos y desenmascararlo como lo que es: una formación que en realidad representa el más trasnochado comunismo pero que, en clara diferencia de otras de extrema izquierda que pululan por Europa, es la organización nacionalista más poderosa de cuantas quieren fragmentar la soberanía nacional de España.
Hay muchísimos votantes de Podemos que, sin ser comunistas, tampoco son partidarios del mal llamado derecho a decir ni niegan la condición de nación a España para otorgársela a Cataluña, al País Vasco o a otras partes de España. Y a ese caladero de votos de gente descontenta tanto con el PP como sobre todo con el PSOE no debería renunciar Ciudadanos en beneficio de Podemos y de su consideración de España como "Estado plurinacional".
Albert Rivera, no sólo durante los debates televisivos, sino durante toda la pasada campaña electoral, perdió muchas oportunidades de sacar a colación la mayor crisis que padece España, que no es la económica sino la que le afecta como nación y como Estado de Derecho. Ante esta crisis decisiva, Ciudadanos debe aspirar no sólo a ser alternativa a la pusilánime condescendencia del PP y del PSOE, sino a ser punta de lanza contra una formación como Podemos, cuyos dirigentes han hecho suyos el argumentario y los delirios identitarios de los nacionalistas.
Tal vez sea excesivo pedir que Ciudadanos se convierta en una alternativa a ese consenso socialdemócrata en el que están instalados PP y PSOE, y del que Podemos no es más que una radicalizada y totalitaria excrecencia. Pero no creo que lo sea recordar a Ciudadanos para qué nació y, en concordancia con ello, pedir que lidere la lucha contra ese nacionalismo camuflado que representa Podemos en toda España. Confiemos en que Ciudadanos no se contagie de esa ceguera voluntaria que impera en Madrid respecto de lo que pasa en Cataluña.