Así, como un abogado de provincias, se definió Pere Lluís Huguet Tous durante la presentación de Llibertats en el Parlamento Europeo. Para contarlo por lo breve, es Llibertats una plataforma de juristas catalanes contrarios al prusés. Qué hacía una nutrida representación de ellos el pasado día 11 en Bruselas lo explica la endiablada lógica de la internacionalización de los conflictos. Quiérese decir con esto que es probable que los de Llibertats hubiesen preferido no hacerlo, como el buen Bartleby del relato de Melville, pero los nacionalistas –están locos estos romanos– les obligaron. Con lo bien que estaban ellos en la cátedra o el bufete.
A la presentación de Llibertats asistieron media docena de eurodiputados, que ya son más de los que habitualmente acuden escuchar al presidente de Malta cuando lo invitan a hablar al Parlamento. Allí estaba María Teresa Giménez Barbat, en modo anfitriona. Y Javier Nart. Y Esteban González Pons. Y Santiago Fisas. Y Ramón Jaúregui. También hizo acto de presencia alguien que se sabe al dedillo la cuestión catalana y que se conoce como nadie los pasillos y despachos del mastodóntico Parlamento Europeo: Alejo Vidal Quadras.
La aparición de AVQ levantó murmullos y comentarios, pero del tipo de los que debe de provocar un soldado que regresa a casa muchos años después de la batalla, cuando todos en el pueblo le daban ya por muerto. Pues ¡joé con el muerto! Resultó estar muy vivo; tanto, que galvanizó el coloquio que siguió a la presentación de la plataforma, obligando al resto de europarlamentarios a definirse, y sin echar mano del politiqués.
Pero no hemos venido aquí a hacer la crónica política del acto. Y no solo por la pereza de convertir el texto en una ensalada de entrecomillados, seguido de verbos en plan dijo, sostuvo, afirmó. También porque el protagonismo de la jornada les corresponde entero a los juristas de Llibertats, por más que, cabe insistir, no se hayan metido en el formidable lío este precisamente por la cosa esa del protagonismo.
La prueba es que ni Huguet Tous ni el resto se tienen a sí mismos por héroes, entre otras cosas porque ese papel en Cataluña se lo han arrogado otros que de héroes solo tienen la mandíbula de geyperman. De hecho, que alguien vea en ellos, los juristas de Llibertats, una suerte de superhombres de la ley y el orden, con sus togas como capas, no deja de confirmarles en lo que de anómalo tiene el prusés; o sea, todo. Se tienen, simplemente, por gente corriente, amantes, eso sí, de su profesión, el Derecho.
De ahí que les subleve que el andamiaje jurídico de la cosa independentista haya sido subcontratado a unos leguleyos que no durarían una semana de pasantes en una gestoría, por muy hábiles que sean redactando a oscuras leyes de transitoriedad y de referéndums que luego se presentan en teatros; leyes que definen como el primero de los derechos humanos el derecho de autodeterminación, lo que viene a validar la teoría de la infinita divisibilidad, o sea, que si Cataluña se separara de España, Barcelona podría hacer lo propio con Cataluña, y la calle Mandri con Barcelona, y un vecino cualquiera de la calle Mandri –Pep, por ejemplo– podría autodeterminarse del resto del mundo y proclamarse república independiente itinerante. O algo así.
No fue este, ojo, uno de los argumentos empleados por Llibertats en su presentación en la Eurocámara, sino que en todo momento se ciñeron al razonamiento jurídico, algo que no es incompatible con el apasionamiento; si no, no hubieran sido capaces de mantener como lo hicieron la atención de un auditorio inmediatamente después de un copioso almuerzo en el bien surtido comedor del Parlamento.
Apasionamiento, por cierto, que no ha de confundirse con la actitud bravucona de los que piden, con puñetazos en la mesa, la aplicación célere y terminante del 155, sin haberlo leído siquiera, y confundiendo su espíritu con la entrada de los tanques por la Diagonal. La pasión de Llibertats es otra: la del que sabe de lo que habla y es consciente de lo mucho que tiene que perder al hacerlo, pero todo sea por el interés general y la buena marcha del país y de la Historia. Una pasión jurídica. Una pasión ciudadana. Una pasión patriótica.