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Gonzalo Altozano

Floridablanca: algo se mueve en el PP

Unos jóvenes populares andan muy preocupados ante el empeño de su partido por viajar a marchas forzadas al centro de la nada.

Unos jóvenes populares andan muy preocupados ante el empeño de su partido por viajar a marchas forzadas al centro de la nada.
PP

¿Qué hacer?

Va ya para dos años que nació Floridablanca, plataforma que trata de encauzar la inquietud -¿qué hacer?- de unos jóvenes del PP preocupados ante el empeño de su partido por viajar a marchas forzadas al centro de la nada. Lo de qué hacer ya se lo preguntó hace un siglo Vladímir Ílich Uliánov Lenin, con un elevadísimo coste en muertes y devastaciones. No parecen ir por ahí los de Floridablanca. La prueba del algodón es que todos ellos o estudian o trabajan. Y la historia nos enseña que los grandes revolucionarios han estado siempre dispuestos a todas las violencias con tal de no tener que madrugar. Que eran unos vagos y maleantes, en definitiva. Esto es así y admite poca o ninguna discusión.

JASP

Que sean jóvenes aunque sobradamente preparados –JASP, según acróstico de un célebre anuncio de coches de los noventa– no parece gustar a todos en su partido. José Antonio Monago, ese cursilón que fue Bellotari del PP una legislatura, los despachó con que eran unos "yuppies de Madrid". Alguien debió advertirle de que lo de "yuppie" no se emplea desde que murió el perro de Gordon Gekko. Pero él pensó que hablar de "yuppies" y de "Madrid" -así, como con desprecio- contribuía a construirse un personaje, el del Barón Rojo del PP. Como suele pasar, las cosas no sucedieron según lo planeado, y el pobre Monago será recordado -si es que es recordado- por sus numerosos viajes de trabajo -en fin- a Canarias con cargo a los presupuestos cuando era senador. Los chicos de Floridablanca quisieron aclararle quiénes eran invitándole a un café en Madrid, con la condición, eso sí, de que el billete se lo pagara él, de su bolsillo. Y, claro, el tío no aceptó.

¿La derecha 'cheesecake'?

Porque son muy de cafés estos de Floridablanca. En Madrid, organizan sus encuentros en locales estilo Soho, preferiblemente antiguas vaquerías, con grandes y alargadas mesas de madera, posibilidad de pedir un bagel sin que te miren raro y unas camareras muy monas que dibujan corazones en la crema del café (la decepción llega cuando descubres que el detalle no solo lo tienen contigo, sino con cualquier otro cliente). Si Floridablanca peca o no de esnobismo solo les incumbe a ellos. A nadie obligan a acudir a sus reuniones y cada cual se paga lo suyo, no como Monago. Por otro lado, la elección de local pone tras la pista biográfica y curricular de sus fundadores. Si uno bucea por el Quiénes somos de la web descubrirá que no son raras las estadías de los floridablancos en universidades y think tanks de los Estados Unidos. ¿Y? Peor hubiera sido recibir adiestramiento en técnicas de guerrilla urbana en los círculos bolivarianos del comandante Hugo Chávez. La cosa es si serán capaces de trasponer con éxito su experiencia trasatlántica a la realidad nacional. Porque esto, para bien o para mal, es España.

La resplandeciente ciudad de la colina

Viene lo anterior a cuento de los referentes de Floridablanca. Que la plataforma es de raigambre inequívocamente española lo dice su propio nombre. Y que sus miembros son muy libres de reivindicar el legado de Margaret Thatcher sin pedir perdón a Arthur Scargill y sus mineros, eso nadie debiera discutirlo. Pero sería conveniente no olvidar que ponerle el nombre de la primera ministra británica a una plazoleta en Madrid suscitó poco o ningún entusiasmo entre la derecha capitalina, todo lo contrario que cuando la inauguración a escasos metros de un monumento a Blas de Lezo, héroe nacional que logró llenar hasta la bandera la Plaza de Colón. Con todo, siempre será más épico cabalgar hacia "la resplandeciente ciudad en la colina" a la que cantó Ronald Reagan que babear ante un "volquete de putas" de esos con los que fantaseaba el quinqui aquel, Paco Granados.

Una de Bigas Luna

Se oye mucho hablar del relato, de la narrativa, que es como los politólogos de moda -el cielo los confunda, un mal rayo los parta- se refieren ahora a lo que de toda la vida ha sido el discurso; el discurso político. Que al PP le va la supervivencia en una renovación de su discurso lo prueba que el único relato o narrativa del que ha sido capaz en los últimos años han sido las grabaciones por la Guardia Civil de aquellas tramas de corrupción en las que el partido estaba metido hasta las trancas. La sola transcripción de las conversaciones las asemejaba, por lo obsceno (el "volquete de putas", sin ir más lejos), a los diálogos del guión de una película de Bigas Luna. Floridablanca, en parte, en buena parte, nació para dotar de contenido y actualizar el discurso del PP, y de una manera tal que resultara de nuevo atractivo para el votante. Porque hubo un tiempo en que los votantes y simpatizantes del PP inundaban la calle Génova la noche de las elecciones, manque perdieran. Quizás los más jóvenes del lugar no lo crean. Pero sucedió tal como se cuenta y tampoco hace demasiado tiempo.

La huida hacia delante y la negación de uno mismo

Que el PP no se ha molestado en leer los papers de Floridablanca lo prueban las sonrojantes intervenciones de Andrea Levy, vicesecretaria de Estudios y Programas del partido, y de la que uno llega a dudar escuchándola si es real o se tratará de un avatar. Claro que a lo mejor en Génova 13 sí han leído los papeles pero no los han entendido. O más grave aún: los han entendido y, precisamente por eso, los han archivado en la papelera, empeñados como parecen en una huida hacia delante que los aleje de lo que una vez fue el PP y le hizo grande.

Bolos por España

Sea lo que sea, Floridablanca, como Zaragoza, no se rinde. O eso parece, dada su presencia cada vez mayor en los medios, más allá de la prensa amiga, de lo que deberían tomar nota aquellos que justifican su inanidad en inexistentes conjuras de silencio. Luego están las redes sociales, donde Floridablanca es también muy activa. Aunque lo más importante quizás sea los bolos que hacen por España, en la creencia de que no hay pantalla de plasma con resolución suficiente para sustituir el factor humano, el trato con la gente. Por cierto, que, a diferencia de Monago, y mientras no se demuestre lo contrario, Floridablanca se costea sus propios desplazamientos, detalle que le agradece el pobre, honrado y sufrido contribuyente español.

El medio es el mensaje

Esta semana, sin ir más lejos, Floridablanca se presentó en Sevilla. Antes de entrar en el fondo de lo que se dijo, vale la pena detenerse en la puesta en escena. ¿O acaso no tenía razón el viejo Marshall McLuhan cuando dijo que el medio era el mensaje? El sitio elegido por la plataforma fue un antiguo pabellón de cuando la Exposición del 29 debidamente reformado; lo viejo y lo nuevo en único conjunto. Por otro lado, la sustitución de los rancios salones de hotel, con sus moquetas y sus tapetes verdes, por lo que solo un cursi llamaría "lugares con encanto" -o, peor todavía, "marcos incomparables"- es una modesta aportación de Floridablanca a la cosa esa tan vieja de la nueva política. Al fin y al cabo, el gusto por el detalle, el amor por las cosas pequeñas, es algo muy conservador.

Hasta completar el aforo

Que nadie vea, eso sí, en la elección de un pabellón en los Jardines de San Telmo un propósito elitista. En este y otros actos de Floridablanca la entrada es libre hasta completar el aforo, con lo que no hay sitios reservados. Esto lo sabe Esperanza Aguirre, que por llegar tarde a la presentación de un libro de José María Marco organizada por Floridablanca en la Casa de Fieras del madrileño Parque del Retiro hubo de ocupar una silla en las filas del fondo. Cabe descartar que todo estuviera pactado con antelación. Acababa de ganar Carmena la alcaldía y es de suponer que no estaba Aguirre para teatrillos.

Esto no es una crónica de sociedad

Pero tampoco hay que llamarse a engaño. El público de lo de Sevilla no era el del 15-M. Ni falta que le hacía. Más aún, los asistentes eran la prueba palmaria de que uno puede interesarse por la política, indignarse incluso con ella, sin necesidad de andar regañado con la higiene y enfadado con el mundo, ocupar la plaza pública, perder las formas, en resumidas cuentas, dar el coñazo. Llamaba la atención, por cierto, la cantidad de gente joven, quizás porque uno había terminado por convencerse de que de un tiempo acá las convocatorias de la derecha eran el plan más solicitado en el Imserso. Un cronista de sociedad, buen conocedor del who is who sevillano, seguro que le habría sacado más partido al acto. Lo que no significa que aquello fuera el mundo feliz de las páginas en blanco y negro de la revista ¡Hola! De hecho, se coló algún marciano, como ese que aplaudió una o dos veces, en solitario y a destiempo, con escaso sentido del ritmo, la oportunidad y el ridículo.

Conspiranoicos como meigas

Que el pabellón donde se celebró la presentación fuera el de los Estados Unidos en la Exposición de 1929 seguro que dio pie a alguno a sospechar de Floridablanca como una tapadera de la CIA. Tonterías más grandes se oyen a diario. Por otro lado, nada hay más inútil que tratar de razonar con los teóricos de la conspiración, que haberlos haylos, y a calderadas. Las cosas, en cualquier caso, suelen ser más sencillas. El pabellón en cuestión es la sede de la Fundación Valentín de Madariaga. Un spokesman de la misma aclaró a los asistentes que la fundación, a su vez, depende de la Corporación MP, empresa dedicada a la reparación e instalación de ascensores. Hubo quien pensó que era broma y amagó incluso con una risa. Pero qué va. Era verdad. Lo que debe hacernos reflexionar acerca de la extrañeza que nos producen esas empresas a las que no importa que identifiquen con según qué iniciativas; reconocimiento, y no sorpresa, es lo que deberían suscitar.

Los ascensores funcionando

El objeto social de MP, en cualquier caso, es ciertamente apropiado para rescatar una anécdota sucedida a la muerte de Franco. Recorrían los líderes obreros de UGT y Comisiones la sede de los Sindicatos Verticales cuando, al término de la visita, tasaron así su compensación por tantos años de clandestinidad: "Queremos este edificio y con los ascensores funcionando". No pretende tanto Floridablanca con Génova 13, sino que se conforma con que el partido se abra a sus bases, según el saludable principio de un militante, un voto. Así lo explicó en Sevilla, con la "determinada determinación" a la que acostumbra, Isabel Benjumea, la cara más visible del proyecto. Es por eso que Floridablanca ha lanzado, entre otras iniciativas, una recogida de firmas para la celebración con carácter urgente de un congreso abierto en el PP. Contaba Benjumea que si bien eran muchos los apoyos recabados, algunos de los firmantes pedían que no se hicieran públicos sus datos por temor al aparato y sus represalias. Lo grave, sin embargo, no debiera ser la solicitud de anonimato, sino directamente que haya quien no firme, pues eso y gritar bien fuerte "¡Vivan las caenas!" viene a ser lo mismo, como los servilones que alfombraron de pétalos el trayecto hasta el juzgado que habría de recorrer aquella alcaldesa del PP imputada por corrupción.

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