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Gina Montaner

Sol y sombras en Irán

En medio de tanta zozobra que nos llega de un país empantanado en el fanatismo de los ayatolás que lo controlan, aparece en los cines una extraordinaria película filmada en Teherán que es pura luminosidad sobre las sombras.

Casi todo lo que proviene del Irán teocrático produce inquietud y desazón en Occidente. Con frecuencia, el tenebroso presidente Mahmud Ahmadineyad lanza amenazas de holocaustos nucleares contra Israel y Estados Unidos. Y hace tan solo unos días el gobierno de Obama abortó un presunto complot iraní para asesinar al embajador de Arabia Saudita. El mundo moderno y libre batalla a marchas forzadas contra la cruzada del fundamentalismo islámico.

No obstante, en medio de tanta zozobra que nos llega de un país empantanado en el fanatismo de los ayatolás que lo controlan, aparece en los cines una extraordinaria película filmada en Teherán que es pura luminosidad sobre las sombras. Se trata de Nader y Simin, una separación, del director iraní Ashgar Farhadi. Por medio de la historia de la desintegración de un matrimonio de clase alta, Farhadi expone un abanico de dilemas morales y versiones encontradas de un mismo hecho que empequeñecen las aristas del Rashomon de Kurosawa.

Pero más allá del drama íntimo de dos familias cuyos destinos se cruzan fatalmente, el cineasta, que este año ganó el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín, deja al descubierto el clima opresivo de una sociedad que no deja respirar. Por un lado, el peso de los dogmas religiosos aplasta a quienes siguen ciegamente los preceptos coránicos. Por otra parte, los ciudadanos occidentalizados y progresistas padecen una asfixia que no les permite pensar con claridad, ofuscados por el fantasma de la huida al extranjero detrás de cada gesto disimulado. Todos son perdedores en esta lúcida película que no ofrece respuestas facilonas a situaciones en extremo difíciles.

¿De qué modo Farhadi y su cine pueden sobrevivir en la Teherán asediada por la aplanadora religiosa? El propio director camina de puntillas a la hora de entregar unos guiones que son revisados con lupa por una comisión de censores. Los mismos que han condenado a seis años de prisión y a veinte sin hacer cine al director Jafar Panahi. El mismo tribunal que desde junio mantiene encarcelada a la actriz Marzie Vafamehr por actuar en un filme crítico con el régimen, en el que aparecía con la cabeza rapada y al descubierto. Vafamehr deberá permanecer en prisión un año y como castigo adicional recibirá 90 latigazos. Según ha denunciado su esposo, la actriz está recluida en unos galpones que no cumplen las mínimas condiciones de salubridad.

Los ayatolás también han amonestado a Ashgar Farjadi por defender a Panahi y otros intelectuales perseguidos. Si en algún momento tambaleara en la cuerda floja con su audaz filmografía, como los demás desafectos, podrían arrebatarle su cámara y encerrarlo en un miserable calabozo.

Son dignos de nuestra admiración los hombres y mujeres que cada día se la juegan en Irán desafiando al régimen con soplos de aire fresco que levantan al vuelo los hiyabs. Por eso Nader y Simin, una separación es una rara y figurante joya que contrasta con las tinieblas de los burkas que se agitan presurosos en las calles.

Con inteligente sutileza Farhadi ha dicho que Irán es como el clima de Gran Bretaña. Nunca se sabe si va a salir el sol o si las nubes cubrirán el cielo. Sin duda, su sagaz mirada es una gama de colores que se impone al blanco y negro.

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