La semana pasada escribimos una columna sobre las malas perspectivas del presidente de Colombia, José Manuel Santos, para su reelección, en las elecciones que se celebrarán el año que viene. En los días siguientes se produjo una noticia que está conmoviendo la política colombiana: el expresidente Álvaro Uribe ha anunciado que se presentará al Senado por el Centro Democrático.
Se trata del primer caso en que un expresidente colombiano regresa a la política activa en un cargo de elección popular y supone oficializar el enfrentamiento entre Uribe y su sucesor, Santos.
Uribe no puede presentarse a un tercer mandato presidencial, salvo cambio de la Constitución o sentencia de la Corte Constitucional que lo permita (como en Nicaragua), pero puede condicionar al presidente que salga de las elecciones de mayo si obtiene abundantes actas en el Senado y la Cámara; sobre todo en las negociaciones con los narcoterroristas de las FARC.
El Centro Democrático, que para ser inscrito en la Registraduría Nacional deberá recoger cientos de miles de firmas, competirá por los mismos electores que los apoyos de Santos, el Partido de la Unidad Nacional y el Partido Conservador, que suman ahora la mitad de los 102 escaños de la Cámara. Por otro lado, el atractivo de Uribe puede movilizar a muchos colombianos (la abstención es un mal endémico en el país). La consecuencia puede ser la expulsión de las minorías, al menos del Senado, que son sobre todo de izquierdas, como el Polo Democrático.
A partir de ahora, la política colombiana va a girar en torno a Santos, que lanzará su Gobierno contra Uribe, y el propio Uribe, que ya ha presentado su programa y tendrá un candidato en las presidenciales. ¿Qué harán las FARC, que ya trataron de asesinar a Uribe, el presidente que más daño les ha infligido? En cuanto a Uribe, ¿escogerá a sus compañeros con más acierto que a su sucesor?
Dos dirigentes de centro-derecha se enfrentan en Colombia, un país de peso decisivo en el continente: el segundo más poblado de Sudamérica y el único con costa en los dos océanos; aliado de EEUU; a un paso del Canal de Panamá; limítrofe con Venezuela, Nicaragua y Ecuador, eslabones de la cadena bolivariana; objetivo desde 1959 del castrismo; etcétera. Ojalá la beneficiada no sea la izquierda encarnada en Gustavo Petro, alcalde de Bogotá y guerrillero del M-19 reinsertado.