El terrorismo sigue vivo. El asesinato de un soldado británico en las calles de Londres y el atentado en la maratón de Boston lo han dejado claro. Ahora queda por saber cómo EEUU y, en general, Occidente deben reaccionar.
Se esperaba encontrar una respuesta en el esperado discurso sobre contraterrorismo de Barack Obama en la NDU. Puede parecer sorprendente, pero era la primera vez que el presidente examinaba de forma amplia la guerra contra Al Qaeda y sus aliados, así como todas las manifestaciones de su política antiterrorista, desde los ataques con drones hasta las detenciones de terroristas. Una guerra que desde septiembre de 2001 ha definido la política de seguridad nacional de EEUU.
¿Por qué este discurso ahora? Por un lado Boston ha dejado la sensación de que estamos ante un nuevo terrorismo; por otro, se cumplían cuatro años de su discurso sobre Guantánamo y las promesas incumplidas sobre su cierre; por último, la polémica sobre el uso de los drones, que se lleva arrastrando desde hace tiempo, y una reciente audiencia en el Senado sobre la revisión de la "autorización para el uso de la fuerza militar", aquella que aprobó el Congreso pocos días después del 11-S y que teóricamente expirará cuando las últimas tropas de combate norteamericanas salgan de Afganistán, en diciembre de 2014. En ese momento, la nación no estará más en guerra. Aunque los hay que quieren expandir el alcance de dicha autorización más allá de sus actuales parámetros para incluir operaciones contra grupos terroristas que no estuvieron envueltos en el 11-S. Obama ya ha dejado claro que se opondrá, aunque él mismo definió en el discurso de la NDU las caras del nuevo terrorismo. Por un lado, sigue estando la amenaza de los afiliados a Al Qaeda, que sigue siendo letal, aunque con menor capacidad, y contra la que hay que seguir luchando; en segundo lugar está la amenaza contra intereses diplomáticos (véase Bengasi) y económicos en el exterior; y por último, pero no menos importante, tenemos la ideología extremista en la propia casa.
Según Obama, hay una vuelta al terrorismo de los años 80 y 90, el de los ataques contra las embajadas norteamericanas de Beirut (1983), Dar es Salam y Nairobi (1998); la bomba en una discoteca de Berlín (1986), el vuelo de Pan Am 103 (1998) y el World Trade Center (1993), entre otros. Pero ¿y qué hacer ahora? Otra vez, Obama nos dejó en ascuas.
Mucha retórica, y de la buena, y un excelente ejercicio académico, pero nada más. Ni dijo –como esperaban muchos– que la guerra contra el terror había acabado, ni anunció cambio radical alguno en la política contraterrorista ni hizo grandes revelaciones. Careció absolutamente de sustancia.
Habló de redefinir algunos aspectos, y alabó hasta el extremo las bondades de los drones, uno de los poco s asuntos en los que hay acuerdo bipartidista. Y, por supuesto, volvió a prometer el cierre de Guantánamo. ¿Será verdad esta vez?