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¿Por fin un Consejo de Seguridad Nacional?

La improvisación es un lujo que el próximo presidente del Gobierno no se puede permitir en política exterior y de seguridad. La complejidad de los asuntos y la rapidez de las decisiones reclaman la existencia de un órgano de su total confianza.

Si por algo se caracterizan la seguridad y la defensa, es por presentar sus decisiones un carácter complejo y urgente. Por un lado, las decisiones que un presidente de Gobierno toma –más hoy en día con la globalización– incluyen aspectos multidisciplinares y heterogéneos: aspectos policiales, tecnológicos, diplomáticos, comerciales, de inteligencia, militares o, incluso, culturales, que son de compleja valoración. Un primer ministro no es experto en todo, y tampoco puede improvisar una respuesta adecuada y ponderada si debe hacerlo además en poco tiempo. Y es que las cuestiones de seguridad y defensa actuales implican, no ya decisiones complejas, sino también rápidas: las más de las veces, el próximo Gobierno se topará con crisis internacionales o nacionales inesperadas, ante las que deberá adoptar respuestas ágiles y determinantes.

La improvisación es un lujo que el próximo presidente del Gobierno no se puede permitir en política exterior y de seguridad. La complejidad de los asuntos y la rapidez de las decisiones reclaman la existencia de un órgano de total confianza, que ayude al presidente en la toma de decisiones, simplificándolas y contextualizándolas en una reflexión continua y regular sobre la seguridad nacional.

Por otro lado, muy a menudo los deseos y urgencias presidenciales –a la hora de evaluar amenazas o responder a ellas– topan con las inercias burocráticas ministeriales, y con las envidias y pequeñas miserias que inevitablemente surgen entre ministerios y departamentos. Perder un sólo minuto en estas cuestiones internas, en vez de dedicar sus esfuerzos y energías a lo verdaderamente importante, es algo otra cosa que el próximo presidente del gobierno no se puede permitir. Debe tener un instrumento que coordine y encauce y dirija por él a todos aquellos organismos involucrados en la seguridad nacional de acuerdo a sus objetivos.

De ahí lo beneficioso y necesario de que un presidente de gobierno cuente por fin en España con un Consejo de Seguridad que ayude y le asesore en la toma de decisiones; y en el que pueda apoyarse para la coordinación de las respuestas nacionales a las futuras crisis.

El GEES lleva años reflexionando sobre este importante avance, que facilitaría la labor de un presidente de Gobierno que hoy lleva sobre sus hombros la mayor parte de la política exterior y de seguridad. La Estrategia de Seguridad aprobada a última hora por el gobierno Zapatero, que incluye mención a un posible Consejo, adolece de los vicios del solanismo: la farragosa burocracia, la falta de ambición y la acomodación a todos los vicios y defectos que un órgano así debiera ayudar a solucionar.

Este Consejo debiera ser dependiente directamente del presidente del Gobierno, y atender a sus necesidades conforme van surgiendo, tanto en la elaboración de información como en la movilización de recursos. En segundo lugar, un Consejo de Seguridad Nacional debiera poseer una personalidad jurídica y una estructura administrativa propia, bajo la autoridad de un coordinador de inteligencia y asesor de seguridad, y contar con recursos apropiados.

En España

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