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Peligrosa regresión en Túnez

En Túnez se están destruyendo, como en Mali, mausoleos de santones musulmanes, valiosos tanto por su significación religiosa como por su antigüedad.

En momentos en los que casi sólo se habla del norte de Mali, o de Argelia, y motivos no faltan, cuando nos referimos al activismo yihadista salafista en nuestro vecindario inmediato es bueno no perder de vista otros escenarios en los que el islamismo más o menos radicalizado hace estragos.

Hablar de Túnez supone, además, no alejarse de los dos escenarios inicialmente citados. Es ilustrativo el hecho de que, de entre los yihadistas eliminados por las fuerzas especiales argelinas al liberar el complejo gasístico de In Amenas, el grupo más numeroso (nada menos que 11) lo conformaran sujetos de nacionalidad tunecina. Ello ha creado estupor en su país de origen, y permite aprehender la envergadura de la amenaza. Los terroristas que actuaron en In Amenas habían partido dos meses atrás desde Aghelhok, en el norte de Mali, y atravesando Níger habían llegado hasta Libia, desde cuyo suelo lanzaron el ataque.

Para muchos observadores foráneos Túnez fue la cuna de las revueltas árabes (para los más ambiciosos, revoluciones) y es un tema ya resuelto, o acabará resolviéndose en términos de democratización. Lamentablemente, la evolución de los acontecimientos en el país no nos permite ser tan optimistas, y la frecuencia con la que se producen incidentes nos obligan a mirar con preocupación el proceso.

El islamista En Nahda ganó con el 41% de los votos las elecciones a la Asamblea Constituyente del 23 de noviembre de 2011. Hoy, catorce meses después, el referido organismo, en el que las voces islamistas son especialmente fuertes, no ha logrado ultimar una no sólo necesaria sino urgente Constitución para aclarar el derrotero que tomará el país. En cuanto al Ejecutivo de coalición, en el que En Nahda comparte las labores de Gobierno con ministros socialdemócratas (de Ettakatol) y republicanos (del Congreso por la República), también los islamistas son los que llevan la voz cantante, con el primer ministro, Hamadi Jebali, a la cabeza.

Hoy, en Túnez se vive un pulso permanente entre dos formas de ver no sólo la política sino la vida en su totalidad: la islamista y la que no lo es. Los islamistas, fortalecidos con la legalización de varios partidos salafistas que ejercen su presión como suelen – coaccionando–, tratan de imponer su sesgo en todo, desde la política exterior hasta las costumbres. El hecho de que países como Qatar y Arabia Saudí estén emergiendo como socios por antonomasia del nuevo Túnez tampoco ayuda.

Es importante subrayar que en Túnez se están destruyendo, como en Mali, mausoleos de santones musulmanes, valiosos tanto por su significación religiosa como por su antigüedad. Ante esto, En Nahda y sus líderes desdramatizan y frivolizan, mostrando su escasa fiabilidad como islamistas supuestamente moderados. Además, los yihadistas son visibles, como lo demuestran las células armadas desarticuladas en Jenduba (diciembre) y Medenine (enero).

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