Uno de los pocos pensamientos de Karl Marx que nos sirven hoy es el que dejó escrito en su folleto El 18 de Brumario de Luis Napoleón:
Los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces (…): una vez como tragedia y la otra como farsa.
Nicolás Maduro se comporta respecto a su creador Hugo Chávez como Luis Napoleón Bonaparte respecto a su tío. En los pocos meses que lleva en la presidencia ha caído en todas las conspiranoias y supersticiones que su mentor tardó en acumular varios años.
Ya explicamos que Maduro se ha convertido en el brujo de la tribu roja: declaró en un mitin que Chávez se comunicó con él por medio de un pájaro y advirtió en otro de que quien no le votase padecería la maldición de Maracapana. A esto ha unido una de las más viejas técnicas de manipulación social elaboradas por el castrismo: las conspiraciones para privar a la revolución de su guía o para sabotearla.
Pero es difícil luchar contra la realidad con consignas. Al desabastecimiento innegable de productos básicos que sufren los venezolanos desde la década pasada, y pese al aumento del precio del petróleo, se ha unido el insulto madurista a la inteligencia. El presidente socialista de Venezuela recurrió a los mismos argumentos que el presidente socialista chileno, Salvador Allende, en 1973. Cuando en Chile faltaban alimentos básicos, la respuesta de Allende fue acusar a la burguesía de acapararlos en sus neveras. Ahora que en Venezuela se ha llegado a la vergüenza de la carencia de papel higiénico, Maduro ha repetido las acusaciones de manual contra la oligarquía.
Que el Gobierno de un país que nada en petróleo, con unos ingresos milmillonarios en dólares y un sector público cada vez más extenso, culpe de la falta de harina, arroz, carne de pollo, café, azúcar, papel higiénico y jabón a malvados ricachones que recorren los almacenes para comprar los cargamentos y luego esconderlos en sus villas es ridículo. Estamos ante el fruto de la incompetencia y la corrupción socialistas, no ante una conspiración mundial. Aunque sorprenda a los chavistas y a sus aliados, la comunidad de inteligencia norteamericana está más ocupada en perseguir a los terroristas islamistas dentro y fuera de Estados Unidos y en investigar a los grupos conservadores contrarios al presidente Obama que en planear el derrocamiento de Maduro o su asesinato con veneno.
Mientras tanto, la oposición democrática, conducida por Henrique Capriles, no cede en su resistencia ante la dictadura ni en la denuncia del pucherazo cometido en las últimas elecciones presidenciales. Hay alternativa.