Y Obama contra los republicanos. La pelea por el cierre parcial del Gobierno y ahora por el techo de la deuda tiene varias capas. La más superficial es la de la lucha por el poder. El senador republicano Ted Cruz está pensando en las presidenciales del 2016. Obama en las legislativas del 2014. Un buen directo a la mandíbula del rival puede dejarlo tambaleando ante la opinión pública y proporcionar una ventaja al atacante. Las cosas les han ido mal a los republicanos. A medida que pasan los días el descontento popular con esta situación, constitucional pero anómala y ejemplo de mal funcionamiento del sistema, cae cada vez más sobre los opositores del presidente, el cual ha visto mejorar sus resultados negativos en el balance global de opiniones a favor y en contra, de -7,5 a -5,5%.
En un plano político más profundo, los republicanos tratan de parar los pies a la concentración de poder que Obama ha llevado a cabo a lo largo de toda su presidencia, forzando continuamente la legalidad, mientras que el presidente trata de consolidar esos avances y neutralizar al partido conservador y liberal, en el sentido europeo de la palabra.
Finalmente, Obama utiliza el poder que acumula para llevar a cabo una importante transformación del poder en dirección estatista, lo que implica un gasto público siempre creciente como porcentaje del PIB, una expansión de las exacciones fiscales para financiarlo sin llegar ni aproximadamente a conseguirlo y, en consecuencia, una deuda pública cada vez mayor no ya en términos absolutos sino, una vez más, como proporción de la riqueza nacional. Pretende culminar el proceso iniciado por el segundo Roosevelt en su política de lucha contra la crisis desencadenada en 1929. Para unos economistas dio con la solución, para otros muchos prolongó la crisis y dejó una pesada herencia. El resultado de todo ello sería transformar la sociedad americana al estilo de la socialdemocracia europea, considerablemente menos creadora de riqueza, innovadora y dinámica que la americana.
En esta batalla desglosable en tres niveles, el objetivo inmediato impuesto a los republicanos por su ala derecha ha sido la reforma sanitaria de Obama, cuya puesta en marcha está resultando un desastre, por lo que podría pensarse que era el momento adecuado para atacarla, pero la dirección del partido veía, como el público en general, que el método no era dejar sin dotación presupuestaria a una ley ya aprobada, aunque su trámite parlamentario hubiese sido un proceso de coacción desde el poder. Obama prometió que su reforma ofrecía atención sanitaria de calidad a bajo precio, a cambio la obligación de contratarla bajo pena de multa. La ley es extraordinariamente larga y compleja, cuatro mil páginas, sus partes son obra de muchas manos que no se coordinaron entre sí. No se permitió la discusión parlamentaria ni propiamente la lectura previa. Ahora está resultando que las primas de seguro son mucho más caras que antes. Los republicanos se enzarzan en la mucho más importante batalla del límite de la deuda arrastrando el peso de un tropiezo táctico.