Cuando en un régimen tan presidencialista como el argentino, donde el albur de la carrera de todo funcionario depende del capricho del jefe del Estado, los jueces se atreven a dictar sentencias contra el poder, cabe deducir que estamos cerca del fin del gobernante.
Es lo que le está ocurriendo a Cristina Fernández, que la semana pasada conoció dos sentencias adversas.
La titular del juzgado federal nº 1 de Buenos Aires, María Romilda Servini de Cubría, declaró inconstitucional la ley que aumenta de trece a diecinueve los miembros del Consejo de la Magistratura, el organismo que nombra y destituye a los jueces, y por primera vez permite la elección popular de doce de ellos. El Gobierno ha presentado una apelación en la Corte Suprema. El ministro de Justicia anunció la apelación con el típico lenguaje insultante socialista; señaló que el fallo corresponde a un "esquema corporativo, aristocrático y predemocrático". El exprimer ministro Aníbal Fernández acusó a la judicatura, antes sumisa a los Kirchner, de querer gobernar el país.
Por otro lado, el Tribunal Oral en lo Penal Económico condenó al expresidente Carlos Menem a siete años de cárcel por el envío ilegal de 6.000 toneladas de armas del Ejército a Ecuador y Croacia, inmersos en sendas guerras, durante la década de los años 90. Se trata del primer presidente electo condenado a cárcel, después de los últimos presidentes de facto. En la actualidad, Menem es senador por la provincia de La Rioja y ha unido en varias ocasiones su voto a la bancada del Frente de la Victoria kirchnerista. En pago a su apoyo, el Gobierno se ha amparado en que la sentencia se va a recurrir ante la Corte Suprema para no retirar a Menem su fuero parlamentario.
En octubre de este año habrá elecciones legislativas, en las que se renovará la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Antes, en agosto, se celebrarán las elecciones primarias para escoger a los candidatos. Y con una economía que ya empieza a pararse, una delincuencia creciente, el desprestigio imparable de la presidenta y su vicepresidente, el agravamiento del desabastecimiento energético pese a la confiscación de YPF y la discreta retirada de los dirigentes peronistas, que olfatean dónde se encuentra el poder, el Frente para la Victoria puede encontrarse con una derrota y, en consecuencia, olvidarse de los planes de re-reelección.