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La guerra que Obama no quiere combatir

Obama haría bien en aprender la lección, pues además de no engañar ya a nadie puede estar corriendo un gran peligro.

Obama haría bien en aprender la lección, pues además de no engañar ya a nadie puede estar corriendo un gran peligro.

O Tamerlán Tsarnaev formaba parte de Al Qaeda, alias Emirato Islámico del Cáucaso, o fue directamente influido por ella. Sin embargo, no hay reconocimiento público de que el atentado de Boston fuera obra de la yihad.

¿Qué tienen en común Argelia, Libia, Mali, Nigeria, Somalia, Yemen, Irak, Siria, Paquistán, Afganistán y la Chechenia a la que viajó recientemente Tamerlán Tsarnaev? En todas ellas existe una franquicia de Al Qaeda. Los contactos de Boko Haram con Ben Laden y sus intentos por implantarse en África están documentados. Pero Obama, que multiplicó las liquidaciones teledirigidas y mató o capturó a 13 de los 20 terroristas más buscados del grupo, cree que la marea de la guerra ha retrocedido, según su remilgada expresión de 21 de septiembre de 2011 ante la Asamblea General de la ONU, en referencia a la retirada de tropas de Irak y Afganistán. Retiradas están, total o parcialmente, pero la marea no retrocede.

En Irak han muerto más civiles en 2012 que en 2011, último año de presencia americana. La franquicia iraquí se ha extendido a Siria adoptando el nombre de Al Nusra por imagen, pues no hay manera de distinguir Al Qaeda en Irak de Al Qaeda en Siria, y en todo caso que los objetivos de todas las franquicias coinciden: derrocar a los gobiernos de orientación occidental en Tierras del Islam, matar infieles y acabar con Occidente. Esta mutación de Al Qaeda extiende el terrorismo y lo hace pasar inadvertido, con lo que da la impresión, que tantas ganas tiene de corroborar Obama, de que está a punto de ser derrotado, como se dijo tras la liquidación de Ben Laden.

Esta actitud es preocupante. Obama engañó deliberadamente sobre el asesinato de su embajador en Libia y otros tres americanos la señalada fecha del 11 de septiembre de 2012. Las autoridades supieron inmediatamente que actuaron milicias islamistas.

Supieron luego de la participación de Muhamed Jamal Abu Ahmad, militante liberado de Egipto que había solicitado ser franquiciado por Al Qaeda. No era un levantamiento espontáneo generado por un video ridículo. En plena elección presidencial, Susan Rice, embajadora de EEUU en la ONU, fue enviada a no menos de cinco programas televisivos a mentir por cuenta del Gobierno. Hoy, cuando la investigación sobre la extensión de la radicalización yihadista de los hermanos Tsarnaev apenas empieza, Obama persigue a quienes dieron a conocer datos verídicos del atentado de Bengasi.

Obama llegó al poder por ser un anti Bush, pero mantuvo sus disposiciones antiterroristas intactas: desde Guantánamo a la Patriot Act, pasando por los drones, en uso mucho más extendido. Solo faltaba el reconocimiento explícito de estar en guerra. La marea no retrocede pero sí las mentalidades, al momento previo al 11 de Septiembre. Obama haría bien en aprender la lección, pues además de no engañar ya a nadie puede estar corriendo un gran peligro

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