La eliminación, por parte del Grupo de Intervención de la Policía Nacional (GIPN), de un terrorista yihadista en Estrasburgo, el pasado día 6, y el reforzamiento de las herramientas para luchar contra la radicalización islamista han coincidido en el tiempo, lo que ha puesto en evidencia la amenaza.
El terrorista muerto, Jéremy Louis Sydney, de origen caribeño y nacionalidad francesa, era un converso al islam que se había radicalizado y al que se perseguía a raíz de la comisión de un atentado con explosivos contra un comercio de alimentos kosher el 19 de septiembre en Sarcelles, al norte de París, que provocó heridas a una persona. Dicho atentado no fue especialmente cruento, pero la voluntad de matar del sujeto –vació el tambor de su revólver 357 Magnum, hiriendo a tres agentes del GIPN antes de ser abatido– era clara, como la de sus acólitos detenidos, hasta once, algunos de ellos armados.
La operación del GIPN casi coincidió con la adopción por el Gobierno, el día 3, de un proyecto de ley antiterrorista que incorpora necesarias medidas para perseguir y poder procesar a quienes hacen turismo terrorista y viajan a lugares en los que reciben adoctrinamiento y entrenamiento para luego poder atentar tanto fuera como dentro de Francia. Tal reforzamiento de las herramientas legales –el proyecto tendrá que ser discutido en el Parlamento– se ha visto acompañado de una aproximación a los líderes de las comunidades religiosas. Aparte de los contactos con los representantes de la comunidad judía, sobre todo tras el atentado de Sarcelles, que provocó estupor en todo el país, destacan los establecidos por el presidente François Hollande con el Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM). En esta línea, es destacable además el comunicado emitido por la Gran Mezquita de París, que no sólo se refiere expresamente a "los odiosos atentados cometidos por Mohamed Merah", sino que denuncia la formación de "nuevos candidatos a la radicalización de un islam yihadista". Todo un logro no sólo en términos declarativos, también como incitador de la necesaria catarsis que con frecuencia se quiere ver surgir en el seno de la comunidad musulmana.
La radicalización de un converso de origen caribeño nos recuerda a nosotros, españoles, la detención –por la Guardia Civil– en Cala Rajada (Mallorca), hace poco más de un año –el 20 de septiembre de 2011–, del cubano y converso reciente al islam José Ernesto Feliú Mora, que actuaba en el terreno del adoctrinamiento, la captación y la formación de futuros terroristas. Tanto Feliú como Sydney son elementos constitutivos de una amenaza que, lejos de decrecer, aumenta.
Importante es también comprobar, a través de la operación antiterrorista francesa, la dispersión de la amenaza. Atentaron cerca de París, pero los terroristas estaban repartidos por toda la República: Sydney y algunos de sus próximos fueron localizados en Estrasburgo, pero algunas de las demás detenciones se produjeron en Niza y otras localidades de la Costa Azul.