Los problemas presupuestarios de los países europeos de la OTAN y la carencia de capacidades no son algo nuevo. Al menos durante la última década, la propia organización ha intentado tirar de sus miembros para no quedarse atrás con respecto a Estados Unidos. En los noventa se hizo mucho hincapié en el concepto de "interoperability"; más tarde el slogan "capabilities, capabilities" presidía toda reunión que tratara asuntos de la OTAN; luego se pasó a utilizar el término "usability" como la idea de tratar de sacar el máximo partido contando con lo que había. No es que todos los esfuerzos que se han hecho a lo largo de los últimos años hayan sido en vano, pero las iniciativas nunca acaban de cuajar y por supuesto nunca llegaban a su fin. Y es que la Defensa, sus capacidades, sus recursos y por lo tanto sus presupuestos, ha seguido siendo algo muy personal de cada Estado. Como propio de cada país, los gobiernos pueden hacer con ello lo que les venga en gana o les convenga, pues ellos establecen sus prioridades, que hoy son los problemas económicos.
Dicho esto, la Alianza Atlántica no se da por vencida y ha lanzado una nueva iniciativa denominada "smart defence", algo así como mejorar la seguridad con menos dinero, y que se espera sea uno de los asuntos estrella en la próxima reunión de Chicago. Según la OTAN, esto se alcanza trabajando juntos con más flexibilidad, poniendo en común y compartiendo recursos, y coordinando los esfuerzos entre naciones que tienen las mismas necesidades pero que no tienen el dinero suficiente para construir capacidades por sí mismas. Estamos de acuerdo en que no hay euros suficientes, pero ponemos en tela de juicio que hoy en día los países aliados europeos compartan una misma visión de las amenazas.
Libia ha sido la reafirmación de esta realidad. Sólo 8 de los 28 miembros participaron en la misión en el Norte de África, y no todos estuvieron en primera fila. ¿Es posible que franceses, británicos y alemanes compartan capacidades cuando están tan polarizados en el concepto del uso de la fuerza? Resulta difícil de entender. Lo lógico sería que los gobiernos compartieran capacidades con aquellos en los que confían, y que por lo tanto respondan cuando se les necesite. Y hoy la confianza entre los estados aliados es escasa.
Estos hechos ponen más aún de manifiesto que el Estado, y no las alianzas, vuelven con más fuerza a ser el principal actor estratégico. España no es una excepción y debería empezar a pensar por sí misma como tal, y no sólo como parte de alianzas y organizaciones. A ellas les hemos dado nuestros recursos y esfuerzos, pero nuestro peso no ha crecido en la misma proporción. Así que, como estrategia es lo que se necesita cuando no se tiene dinero, España debería revisar su participación en las actuales misiones y ser capaz de describir sus nuevas prioridades de cara a la nueva situación.....todo un hito. Y todo un reto.