El pasado martes, la República de Corea del Norte comunicó a través de su agencia de noticias, la KCNA, que había llevado a cabo la tercera prueba nuclear de su historia. Nadie duda ya de la capacidad nuclear del régimen socialista de Pyonyang, de hecho, una hora antes de que la KCNA lanzara la noticia los sismógrafos de la Agencia Geológica de Estados Unidos detectaron un terremoto de magnitud 5,1 causado por la explosión de un artefacto nuclear.
El origen se localizaba en la misma zona donde los norcoreanos llevaron a cabo sus pruebas nucleares subterráneas de 2009 y 2006, si bien en esta ocasión la energía de la prueba era superior a las anteriores, dos y diez veces, respectivamente. El emplazamiento de Punggye-ri, situado en el extremo noreste del país, guarda una extraordinaria similitud con el pakistaní de Ras Koh, donde se llevaron a cabo unas pruebas nucleares de 1998.
Una vez más, las conexiones entre Pakistán y Corea del Norte son irrefutables. Innumerables son las pruebas que relacionan el programa nuclear norcoreano con la red clandestina mediante la que A. Q. Khan distribuyó tecnología armamentística nuclear a todos aquellos regímenes dispuestos a pagar por ella. El diseño de las centrifugadoras para enriquecer uranio que Khan había robado en Europa se utilizó en la construcción de las centrifugadoras P1 pakistaníes y de las IR-1 iraníes. Del mismo modo se construyeron las centrifugadoras norcoreanas, y se encontraron piezas análogas en Libia, que Gadafi había adquirido para su programa nuclear. Los dos mayores problemas mundiales en el ámbito de la proliferación nuclear, Corea del Norte e Irán, tienen un origen común: Pakistán. Desde Islamabad no sólo se transfirió tecnología nuclear, también se compartió tecnología balística que ha permitido a esos dos países desarrollar un programa de misiles de largo alcance. Irán ha desarrollado su saga de misiles Sahab, con los que puede alcanzar objetivos a miles de kilómetros de distancia, si bien no parece que tenga aún la capacidad de colocar cabezas nucleares en esos misiles.
Corea del Norte, sin embargo, parece poseer la capacidad de miniaturizar dispositivos nucleares para albergarlos en sus misiles Nodong, con un alcance superior a los 1.000 kms. Corea, en cambio, no posee aún la tecnología necesaria para colocar cabezas nucleares en misiles intercontinentales, aunque está realizando progresos en este campo. Conviene, en cualquier caso, tener cautela con la respuesta internacional al régimen norcoreano, dada la aparente esquizofrenia paranoide de la cúpula del partido comunista. Los vecinos surcoreanos se encuentran en una difícil situación y serán, sin duda, los primeros afectados por una hipotética represalia norcoreana. Los esfuerzos de la ONU deberían centrarse en cortar la red de abastecimiento de tecnología, que proviene, fundamentalmente, de China, puesto que Corea no es capaz de desarrollar la tecnología necesaria para un programa nuclear si no la adquiere antes en el extranjero. Esa debe ser la línea a seguir en este conflicto, hacer entrar a China en razón.