El encuentro entre Putin y Ahmadineyad en Shangai ha concluido con el apoyo inequívoco dado por Rusia al programa nuclear de Iran, bien que rebajado por la, más que exigencia suposición, de su uso pacífico. La sintonía entre mandatarios era palpable, y bien explicitada en el exultante comentario del iraní: "Rusia e Irán están en el mismo lado de la barricada". Huelga decir quienes están en el otro.
En verdad el encuentro en Shangai entre el revolucionario iraní y el autócrata ruso no dice de ellos mucho más de lo que sabíamos: dos países que aspiran a situarse en los próximos años como potencias a medio camino entre lo regional y lo global, que desarrollan una fuerte ofensiva diplomática en varios continentes, que aspiran a convertirse en contrapesos a occidente, y que se rearman militarmente todo lo máximo que sus economías permiten.
El encuentro sí dice más de la OTAN, recién salida de la cumbre de Chicago como se esperaba: con un mínimo común denominador en cuestiones concretas y secundarias en términos de objetivos estratégicos; las capacidades comunes ante la crisis, el escudo antimisiles, y la retirada de los países occidentales de Afganistán, siguiendo el ritmo marcado por Obama a golpe de necesidades. Todas importantes, pero que esconden que se dejaron de lado cuestiones fundamentales, que arrastra la OTAN desde hace tiempo y que no se ve con fuerza suficiente para afrontar: el desafío nuclear de Irán y el despertar ruso en el Este, ambos vistos de la mano en Shangai.
En el caso de Rusia, el de nuevo presidente ruso recibió buenas noticias de Chicago: la jibarización por parte de Obama del "escudo antimisiles" impulsado por Bush, aclamada en la cumbre, no ha acabado con las quejas rusas, pero sí con la ambición del proyecto inicial. De igual manera, la política de apertura de la OTAN hacia las exrepúblicas soviéticas europeas, bloqueada por Rusia, adolece de una preocupante parálisis. Y lo mismo puede decirse de la búsqueda de apoyos en occidente por algunas repúblicas caucásicas, que en un momento crucial buscan de occidente algo más que rutas de paso de suministros hacia Afganistán: vínculos políticos más fuertes.
Tras Chicago, el encuentro de Shangai muestra las ambiciones intactas de dos países cada vez más situados frente a la OTAN. Para ellos, Chicago no es fuente de preocupación alguna.