Para Cameron, Hollande y Obama, Asad ha traspasado la denominada "línea roja" al utilizar de forma masiva armas químicas contra su pueblo. ¿Qué habría pasado si Obama no hubiera pronunciado tan evocativa frase en agosto de 2012? Seguramente habría esquivado muchas preguntas: ¿qué escala es aceptable en el uso de armas químicas? ¿La escala se refiere a la intensidad o a la frecuencia? ¿Cuál es la cantidad necesaria para rebasar la "línea roja"? Preguntas que se han sucedido a lo largo de este año -sin demasiado énfasis- pero que quedaron silenciadas el 21 de agosto. Lo que ocurrió aquel día dejaba lugar a pocas dudas.
El uso de armamento químico, por parte de individuos o de Estados que no hayan ratificado la Convención sobre Desarme Químico de 1993, constituye un crimen internacional. Siria no suscribió dicho acuerdo, aunque sí ratificó el protocolo de 1925 sobre la prohibición del uso en la guerra de armas químicas y bacteriológicas, que le obliga a cumplir sus disposiciones.
No hay claras evidencias de que Siria haya utilizado armas químicas en el pasado, a pesar de los rumores sobre la masacre de Hama en 1982. Pero sí de otros Estados de la zona, como el Irak de Sadam. Por lo que dicha hipótesis no es descartable.
Desde el inicio del conflicto ha existido preocupación por la protección de los arsenales químicos, para que no cayeran en manos de indeseables. Sin embargo, se descartaba la posibilidad de su utilización por parte del régimen contra la población. Pero desde diciembre de 2012 las evidencias sobre su uso a pequeña escala se han ido sucediendo. Curiosamente, fue Asad el primero en pedir a Naciones Unidas una investigación sobre un posible ataque químico en Jan al Asal, en marzo. Los rusos acusaron a los rebeldes de haber lanzado el ataque, mientras que los norteamericanos hablaron de "fuego amigo". En total se han registrado trece alegatos en la ONU sobre el uso de estas armas en Siria. Unos ataques en los que en ocasiones ha habido dudas sobre la autoría, pero también confusión sobre los agentes nerviosos utilizados, por la aparición de síntomas poco comunes; y sorpresa cuando por primera vez se lanzaron ataques químicos y convencionales de forma conjunta.
Y llegamos al 21 de agosto: las fuerzas leales a Asad iban la ganando la guerra –no estaban desesperados– y el equipo de inspectores de Naciones Unidas apenas había aterrizado, tras cinco meses de negociaciones. ¿Por qué entonces lanzar un ataque de ese tipo? El desconcierto, sin embargo, no evitó que todo apuntara al régimen. Simplemente, la elección de la hora del ataque demuestra un buen conocimiento de su uso, lo que apunta al régimen.
Está claro que el régimen sirio irá tan lejos como necesite; lo que no lo está tanto son las consecuencias para quien decide sobrepasar la "línea roja".