La celebración en Argel del Grupo de Trabajo Sahel ubicado en el seno del Foro Global de Lucha contra el Terrorismo (FGCT) –en los días 16 y 17 de noviembre– ha puesto de manifiesto la creciente alarma sobre el paradero de multitud de sistemas de armas "extraviadas" en el marco de la guerra civil libia. Y especialmente el de miles de misiles tierra-aire: que serían 3.000 según los "optimistas" y más de 10.000 según los "pesimistas". Y en ambos casos, son considerados una amenaza estratégica.
Aparte de los antiaéreos –principalmente SAM-7, pero también algunos modelos aún más perfeccionados – no hay que olvidar todo un abanico de armas autopropulsadas, que también representan una amenaza considerable. Son útiles contra carros de combate y vehículos acorazados, pero permiten realizar otros ataques de alta calidad. Precisamente el ataque realizado por los Talibán en Kabul el 17 de noviembre, lanzando dos misiles contra la ‘Loya Jirga’ convocada por el Presidente Hamid Karzai –en la anterior, celebrada también en la capital afgana en junio de 2010, lanzaron hasta cinco– da un ejemplo práctico de la naturaleza de la amenaza.
Pero las discusiones en Argel, entre los 29 Estados y diversas organizaciones internacionales que conforman el FGCT –creado por impulso estadounidense el pasado 21 de septiembre en Nueva York– se han centrado, y es lógico que así sea, en la amenaza que los SAM-7 representan para el tráfico aéreo militar y civil, dentro y fuera del Magreb, si caen en manos de Al Qaida del Magreb Islámico (AQMI) o en las de grupos de delincuencia organizada que abundan en el Sahel. También tenemos precedentes de este tipo de ataques: tanto los realizados con Stinger por yihadistas en 1999, en el marco del enfrentamiento entre India y Pakistán y que derribaron dos aviones indios, como los dos SAM-7 lanzados en 2002 en Mombasa por Al Qaida contra un avión de El Al o el lanzado en el Aeropuerto de Bagdad contra un avión en 2006. El avión comercial israelí estaba –afortunadamente para sus 271 pasajeros– dotado de contramedidas, pero este no es el caso de nuestros aviones comerciales en el Mediterráneo Occidental.
El Grupo de Trabajo reunido en Argel, y copresidido por Argelia y Canadá, ha hecho ya la pedagogía necesaria. El jefe de la delegación estadounidense que ha participado en él, Darren Smith, ha sido entrevistado en los medios argelinos y ha subrayado la importancia de la amenaza, incluyendo los misiles tierra-aire pero también los tierra-tierra y anticarro de los arsenales repletos del régimen de Muammar El Gadaffi. Por otro lado, ha trascendido en las últimas semanas no sólo el esfuerzo de los militares argelinos en el sur profundo de su país –donde ya han interceptado en la planicie de Fandún, junto a la frontera con Libia, una columna que transportaba armas hacia el santuario de AQMI en el norte de Malí– sino también el que estarían desplegando terceros países con medios tanto electrónicos como humanos para localizar las armas y neutralizarlas.