El Acuerdo alcanzado en enero por los ministros de Asuntos Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, e Irán, Alí Akbar Salehi, para crear una "Comisión de la Verdad" sobre la posible implicación de súbditos iraníes (y libaneses) en el atentado de 1994 en Buenos Aires contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que provocó 85 muertos, es un claro despropósito.
Lo es en primer lugar porque aparece como una burla tras tantos años de impunidad, tras las acusaciones de la Fiscalía argentina y el bloqueo –seguramente político– de la resolución judicial. Cuesta creer que Irán sea sincero en su compromiso de contribuir a esclarecer este asunto, y los cinco juristas de prestigio que habrán de conformar dicha comisión –ni iraníes ni argentinos– lo comprobarán cuando en unos meses pretendan llevar adelante su trabajo. Irán afirma que colaborará, pero difícil es de creer cuando entre los cinco iraníes a los que Interpol implica están nada menos que el ministro de Defensa, Ahmad Vahidi, el exministro de Inteligencia, Alí Fallahijan, o el antiguo comandante en jefe de los Sepah Pasdarán (la Guardia Revolucionaria), Mohsen Rezai. Los otros dos son dos antiguos diplomáticos de la embajada iraní en Buenos Aires: Mohsen Rabbani y Ahmad Reza Asghani. Interpol también implicó en el atentado a un mando del libanés Hezbolá, Imad Fayez Mughniyeh, pero este no podrá ser interrogado, pues agentes israelíes lo eliminaron en 2008.
El paso adelante dado por el régimen de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y defendido ayer por su ministro Timerman ante tres comisiones del Senado, tiene connotaciones políticas y económicas y ha sido criticado dentro y fuera de Argentina. Las veleidades proiraníes de Kirchner se unen a las de sus aliados en la región, desde el ecuatoriano Correa y el boliviano Morales, pasando por el venezolano Chávez, hasta el nicaragüense Ortega, y no pueden manifestarse en mejor momento para la República Islámica. Sometida a fuertes sanciones internacionales, ante la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) sigue jugando a la confusión y empleando maniobras de distracción. De hecho, el jefe de los inspectores de la AIEA relacionados con el dosier iraní, Herman Nackaerts, regresaba hoy a Teherán con las manos vacías. Es la tercera ronda estéril de contactos desde diciembre. La provocadora prueba nuclear realizada por Corea del Norte esta misma semana vuelve a poner de nuevo en el candelero a Irán, y a Teherán no le viene nada mal abrir un frente como el que le ha posibilitado la presidenta argentina para sentirse menos acosado.
Tampoco es baladí el paso dado por Argentina en relación con Hezbolá. Cuando el Consejo Nacional de Seguridad búlgaro, en informe refrendado por el presidente del país, acusa –aunque sin nombrarlo– a dicho grupo del atentado de Burgas (julio de 2012), que costó la vida a siete turistas israelíes, el acuerdo irano-argentino puede coadyuvar a alejar la sospecha de su implicación en otro ataque terrorista.