A lo largo de la historia, distintos pensadores liberales han contribuido de manera importante a la defensa de las libertades individuales de las minorías, incluidos los indígenas. No lo hicieron buscando leyes protectoras ni una justicia paralela, sino todo lo contrario: exigiendo igualdad ante la ley, que comprende el derecho a la propiedad privada.
El historiador Francisco Pérez de Antón dice: "España es el primer imperio de la historia que se cuestiona la justicia de sus conquistas". Él explica que esto no fue gracias a Fray Bartolomé de las Casas, sino más bien a "las reflexiones de los humanistas y pensadores de la Universidad de Salamanca". Pérez de Antón atribuye particular importancia a Francisco de Vitoria, quien en su ensayo De los indios afirma que el rey no es dueño del mundo ni el Papa señor del orbe para donar propiedades que no le pertenecen. Además, Vitoria sostuvo que los indios no eran seres inferiores, sino que poseían los mismos derechos que cualquier ser humano y que son, por ende, dueños de sus tierras y bienes.
Algunos siglos después, un gran liberal guayaquileño, José Joaquín de Olmedo, describió las encomiendas como "bárbaras reliquias de la conquista y gobierno feudal, fomento de la pereza y del orgullo de los nobles y de los ennoblecidos, y esclavitud de los naturales paliada con el nombre de protección". Olmedo sostenía que los "indios" no nacen siendo ineptos, indolentes y perezosos, como la opinión predominante en su época lo había llegado a creer, y que sus grandes obras de la antigüedad eran muestras de ello. Pero, decía Olmedo, desde la conquista, “el indio se fue haciendo inepto, indolente y perezoso, como naturalmente se hace todo hombre cuando no tiene tierra propia que cultivar, cuando no suda para sí, y cuando ni aun participa del fruto de su trabajo".
El historiador y político mexicano Lorenzo de Zavala explicaba en la introducción a su más destacada obra, Ensayo histórico de las revoluciones en México (1830), que las leyes supuestamente diseñadas para proteger a los indígenas en realidad pretendían mantenerlos excluidos:
Los indios tenían sus leyes especiales, sus jueces, sus procuradores y defensores que les nombraba el gobierno, porque eran legalmente considerados como menores de edad (...) Estas leyes en efecto no son otra cosa que un método prescrito de dominación sobre los indios (...) Para mantener este orden sistematizado de opresión era necesario que los oprimidos nunca pudiesen entrar, por decirlo así, en el mundo racional, en la esfera moral en que viven los demás hombres.
Siglos después, no son los conquistadores los que imponen a los indígenas leyes y justicia distintas, sino que lo hacen los estados bajo presión de quienes dicen representarlos. A los representantes de los movimientos indígenas en Ecuador y América Latina les haría bien conocer los principios con los cuales estos pensadores defendieron los derechos inalienables de sus ancestros.
¿A qué conclusión los llevaría este ejercicio? Me permito sugerirles una: exigir ser parte de la modernidad, que comprende igualdad ante la ley y derechos de propiedad sobre el subsuelo. ¿Se imaginan si los indígenas que viven encima del petróleo del Yasuní, o de cualquier otro territorio con riqueza mineral en el subsuelo, fuesen dueños soberanos del mismo? ¿Cómo cambiaría la estructura de poder?