El pasado veintiocho de mayo se cumplieron los tres mil días del más sangriento de los atentados perpetrados contra el Estado Español; eso sí, utilizando como víctima propiciatoria al indefenso pueblo que sostiene al Estado. Al pueblo que vota a sus representantes en unas instituciones que, lejos de prevenir, de investigar, juzgar y condenar a todos los responsables del atentado, trata de "olvidar lo inolvidable", apoyándose en frases como "el 11-M es cosa juzgada y condenada". ¿Cómo pueden demostrarnos esa falsa aseveración? ¿Resistiría este atentado una auditoría en los ámbitos policial, judicial y parlamentario? Si nuestra salvación económica pasa por la realización de una auditoría externa e independiente, ¿cuánto no más urgente será una auditoría para evaluar y corregir nuestra situación ética y moral? Todos hemos oído que la economía se ve afectada por los ciclos económicos mundiales. Sin restar importancia a la recesión económica y a la necesidad de actuaciones urgentes, antes o después, nuestra economía remontará. ¿Podríamos extrapolar esta afirmación a nuestro derrumbe en materia de valores, incluidos la justicia, la ética y la moral? En mi opinión, no. Coloquialmente decimos, y no nos falta razón, que "lo primero es lo primero".
Hace unos días he escuchado que el asesinato de Prim se ha esclarecido en el segundo centenario de su nacimiento. Conocer la verdad de un crimen que cambió la historia de España me parece una noticia alentadora pero poco útil a esta distancia de los hechos. Las víctimas del 11-M, al menos algunas, deseamos que la Verdad que "rompió nuestras vidas" y nos arrebató a nuestros seres queridos, no permanezca en el búnker que la guarda, elaborado a tal fin, por el mal llamado Estado de Derecho. Ni "Todos íbamos en los Trenes", ni "Todos queremos saber la Verdad"; al menos eso demuestran los hechos hasta hoy. Los autores intelectuales o instigadores no fueron identificados en la sentencia. Tampoco se descubrieron las motivaciones ni la trama, y respecto a los ejecutores o autores materiales, creo que un solo condenado y con lagunas importantes sobre las pruebas del delito, deja en entredicho la investigación, el juicio y la sentencia. Podemos citar con nombres propios y DNI a los responsables de esta triste situación, los que además ostentaron u ostentan el monopolio de la investigación y de la aplicación de la Justicia a todos los culpables; ya sea por falta de prevención, por acción, por omisión o por mentirnos. Hoy están todos vivos e incluso ascendidos o condecorados, cuando pasen doscientos años, sólo Dios habrá aplicado sobre ellos su Justicia. Pero con la Verdad y la Justicia pendientes se podría escribir la Historia de una España más digna que la que nos ha conducido a la bancarrota en ocho años.
Uno de estos días, por decisión del Parlamento español, se conmemora el Día de las Víctimas del Terrorismo. El Parlamento Europeo eligió el 11 de Marzo como fecha más simbólica para recordar y homenajear a todas las víctimas de Europa. ¿Alguien puede explicar esta falta de sintonía con nuestros socios comunitarios? ¿No son europeas las víctimas españolas o acaso se quiere evitar el recuerdo de una fecha inolvidable? Sea como sea, nuestro Parlamento nos debe a las víctimas del terrorismo algo más que un día de caras compungidas y discursos más o menos elaborados. No pedimos que nos traten con la generosidad que, sin nuestro consentimiento, aplican a los terroristas, sólo pedimos conocer toda la Verdad de los atentados de los Trenes de Cercanías, y que la imperfecta Justicia de España, se aplique a todos y cada uno de los implicados en la ejecución de los crímenes y en impedir el total y veraz esclarecimiento de los hechos. ¿Qué implicaciones debe haber para que el Estado desoiga nuestras lógicas exigencias?
Cuando estas reflexiones salgan a la luz, se habrán cumplido tres mil treinta días de la matanza. El próximo 11 de Julio habrán transcurrido CIEN meses sin nuestros seres queridos, y muchos, seguiremos conviviendo con las secuelas de todo tipo que algunos cargaron sobre nuestras vidas.
Con frecuencia vienen a mi mente las imágenes de un hecho ocurrido hace veinte siglos en torno al monte Calvario. Este hecho histórico, según Flavio Josefo y otros historiadores de la época, contó con la colaboración de personajes como Judas (el amigo traidor), el Sanedrín lleno de inquisidores, Pilatos (el cobarde injusto), el cambiante populacho que pasó del aplauso a la condena, Pedro el fiel que lo negó, la madre fiel en el amor aunque traspasada por el dolor, el cirineo y Longinos. Creo que todos, empezando por las víctimas y terminando en las más altas magistraturas del Estado, podemos identificarnos con alguno de los protagonistas de aquellos hechos. Algunos no pisaron el Calvario pero la Víctima recibió la última lanzada, eso sí, acompañado por su madre y los suyos, y ayudado hasta la cima por el cirineo. ¿Es exagerado que las víctimas nos sintamos en el Calvario? Nos queda el consuelo de que la muerte no triunfó sobre la Vida verdadera.