por el Dr. Derek Scissors
El primer paso para resolver un problema es admitirlo. Durante años, el gobierno chino y sus defensores en el extranjero han insistido, primero que China seguía de reformas y luego que el desarrollo económico planificado por el Estado es superior al desarrollo que producen los mercados. La evidencia de lo contrario llegó como una novedad para muchos.
Siempre ha habido un campo reformista en China, lo que pasa es que viene de perder cada batalla política importante en los últimos nueve años. Pero ahora los reformistas vuelven a la carga.
No van a tener éxito este año o el próximo, pero por lo menos tienen una oportunidad –por primera vez en una década-.
El actual Gobierno chino, dirigido por el secretario general del Partido Comunista, Hu Jintao, asumió el cargo a finales de 2002. En ese momento, China había estado aplicando una genuina reforma de mercado durante 23 años, estaba creciendo sostenidamente a un 8-9% y tenía una economía equilibrada. En algún punto, discutible pero no después de 2006, el mercado fue dejado de lado en favor del Estado bajo el régimen de Hu. Entonces, el crecimiento chino en realidad se aceleró un poco, pero también se desequilibró locamente y, con la crisis financiera, se convirtió en dependiente de insostenibles niveles de estímulo.
Tomó algún tiempo para que esto se reconociera como un problema, pero en realidad esa era la parte fácil. La parte más difícil será el verdadero cambio. El gobierno de Hu Jintao sacó a China de la reforma de mercado, y si dejamos de lado la palabrería, hay que reconocer que esta administración china no va a revertir nueve años de su política pública para volver al mercado en 2012. Ni en sueños.
Sin embargo, este año marca una transición política para la República Popular China: en otoño se elegirá a una nueva cúpula dirigente en el Partido Comunista y un nuevo gobierno asumirá el control en febrero/marzo de 2013. Es por eso que ahora se está oyendo más la voz de los del campo reformista, incluidos altos responsables económicos. Esperan que el nuevo secretario del Partido Comunista, Xi Jinping, y su gabinete estén dispuestos a escucharlos de una forma que el gabinete de Hu Jintao nunca lo hizo.
Por desgracia, Xi Jinping, viene de un grupo, conocido como los principitos, que se ha beneficiado en gran medida del protagonismo del Estado en la economía – por ejemplo, por haber sido nombrados directores de gigantescas empresas estatales. Por lo tanto, la apuesta segura es que el Estado seguirá prevaleciendo.
Pero al menos es posible que, si le dan tiempo en el cargo, Xi llegue a aceptar que China va descarrilada. No será hoy, ni mañana, pero (tal vez) pronto. Eso es a lo que aspiran los del campo reformista. El resto del mundo deberá permanecer escéptico, pero debería estar alentándolos.