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Irak, el 'New York Times' y las armas químicas

La inquietante perspectiva de que el EI haya adquirido estas terribles armas añade mayor urgencia a la misión de derrotar al movimiento fanático.

El New York Times publicó recientemente un extenso artículo sobre las armas químicas encontradas en Irak. Como se trataba de armas químicas, el New York Times cargó contra la Administración Bush y el Pentágono, que supuestamente encubrieron los riesgos médicos que representaban para los soldados americanos e iraquíes.

En esencia, el referido artículo exonera al régimen de Sadam Husein, que construyó las armas ilegales y las utilizó tanto contra Irán como contra su propia oposición kurda, y que no las destruyó, incumpliendo así las condiciones establecidas en numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Asimismo, pasa por alto que los descubrimientos de armas químicas en Irak socavan el argumento progresista para las negociaciones sobre el control de armas. Para Sadam Husein, al igual que para el dictador libio Muamar Gadafi y el dictador sirio Bashar al Asad, fue fácil violar los acuerdos de desarme desde el principio.

Gadafi nunca entregó todas sus armas químicas. Tampoco lo hizo Asad, que redobló su apuesta y continuó lanzando ataques con cloro después de negociar un acuerdo de desarme de 2013 con la Administración Obama, acuerdo que fue aclamado por el New York Times.

Para empeorar las cosas, el régimen de Asad podría no ser la única banda de delincuentes con armas químicas en Siria. El Estado Islámico (EI) podría haber usado armas prohibidas en su ofensiva para conquistar la ciudad de Kobani. En julio, tres combatientes kurdos fueron asesinados con lo que parecía ser un agente vesicante que les dejó quemaduras y manchas blancas en la piel. El Estado Islámico pudo haberse hecho con el agente químico, posiblemente gas mostaza, cuando ocupó Mutana, centro del programa de armas químicas iraquí. Aunque las municiones almacenadas allí al parecer estaban en desuso y no eran aptas para su utilización con fines bélicos, el EI podría haber encontrado la manera de transportarlas y usarlas de manera segura.

También hay informes no confirmados de ataques con cloro a cargo del EI.

La inquietante perspectiva de que el EI haya adquirido estas terribles armas añade mayor urgencia a la misión de derrotar al movimiento fanático.

Pero ése no fue el enfoque que dio el New York Times a su noticia y sus posteriores comentarios. Uno podría haberse esperado que se centraran en la duplicidad y falta de palabra de Sadam Husein ante su obligación legal de destruir sus armas químicas, tal y como lo denunció el Gobierno de Bush antes de la guerra de 2003. Pero eso podría ser mucho esperar. En su lugar, el foco se puso en un supuesto encubrimiento del Gobierno de Estados Unidos de las lesiones sufridas por el personal americano e iraquí expuesto a armamento químico y a la falta de tratamiento médico adecuado para ellos.

Un editorial del New York Times relacionado con el tema sostuvo: "Estas no son las armas químicas y biológicas de destrucción masiva que el Gobierno de George W. Bush usó como excusa para embarcarse en la guerra de Irak , y que resultaron inexistentes". No importa que la recuperación de más de 4.500 proyectiles proporcione una prueba más de que el régimen de Sadam Husein no cumplió con sus obligaciones internacionales de desarme después de la Guerra del Golfo de 1991. Esto es lo que importa, y no lo que el New York Times eligió destacar.

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