El lunes 17 se cumplieron 1.000 días de la presidencia de Barack Obama y, desafortunadamente para Estados Unidos, esos días se han visto marcados por profundos déficits, pérdida de empleos, prolongado desempleo y un gobierno más grande. Mientras tanto, muchos de aquellos encargados de estar al frente del gobierno federal prácticamente han abdicado de sus responsabilidades.
La deuda nacional está en $14.9 billones, de los cuales, se han añadido $4.2 billones desde que Obama juró su cargo. Catorce millones de americanos están desempleados, eso es el 9.1% de la fuerza laboral. El índice de desempleo ha estado por encima del 9% durante 840 de los 1.000 días y el trabajador desempleado promedio ha estado sin trabajo por más de nueve meses. Todo sea dicho, 2.2 millones de empleos se perdieron durante el mandato Obama a pesar de las aseveraciones de la Casa Blanca de que el estímulo de $787,000 millones del presidente crearía 3.3 millones de empleos netos para 2010.
Desafortunadamente, en vez de llevar a Estados Unidos hacia la cordura fiscal y una economía más sólida, el presidente está llevando al país en la dirección opuesta. La pasada semana, su última propuesta para "estimular" la economía con otros $447,000 de gasto no logró la aprobación del Senado, pero en vez de admitir que más impuestos y gasto no es lo que Estados Unidos quiere o necesita, Obama está redoblando esfuerzos. Hoy, el presidente está preparando otro viaje en autobús por el país para vender una versión diferente del mismo plan, esta vez, dividida en trozos con impuestos y gastos todavía lo suficientemente grandes como para asfixiar un caballo. Es el mismo plan, solo que con envoltorio distinto. El excongresista Ernest Istook explica los peligros:
Incluso se pueden utilizar versiones fraccionadas del plan de $447,000 millones de Obama para colarles lo peor del plan. Esto es así porque es casi imposible conseguir que la Cámara y el Senado promulguen versiones idénticas de la propuesta de ley, lo que requerirá una conferencia de las cámaras para "resolver las diferencias", lo que a veces resulta en tener que añadir detalles desagradables.
Aunque es una buena noticia que el Senado haya rechazado el plan de empleo del presidente, las malas noticias son que el Senado ha fracasado totalmente en poner a Estados Unidos de vuelta por el camino de la salud fiscal. El senador Jeff Sessions (R-AL) y el presidente del Comité de Presupuesto de la Cámara de Representantes, Paul Ryan (R-WI), señalan que han pasado 900 días sin que los demócratas del Senado hayan adoptado un presupuesto formal y lo denominan "una desgracia nacional".
Como exige la ley, los republicanos de la Cámara de Representantes presentaron un presupuesto en comité, lo pusieron a votación y lo aprobaron esta primavera. Era un plan sincero, detallado, concreto, que pondría nuestro presupuesto de camino al equilibrio y a nuestra economía de camino a la prosperidad. Pero los demócratas del Senado, durante este tiempo de crisis nacional, ni siquiera presentaron un plan presupuestario, en abierto desafío a la ley y al público que sirven.
Lo que hemos visto de la administración Obama es más gobierno, más regulación y cantidades abrumadoras de gasto gubernamental con la esperanza de que eso estimulase la economía. El problema es que no ha funcionado y las cifras lo demuestran. Obama prometió que su estímulo de $787,000 millones salvaría o crearía 3.5 millones de empleos para finales de 2010. No fue así y, dado que se perdieron empleos, se quedó corto de su objetivo en 7.3 millones de trabajos. Su plan de atención médica, más conocido como Obamacare, no redujo los costos de los cuidados de salud como prometió y es de hecho responsable de costos crecientes en 2011. Además de eso, la ley forzará a salir del pleno empleo a muchos trabajadores no cualificados debido al encarecimiento de su mano de obra.
Y estos son sólo los grandes elementos. En los últimos 1.000 días, Estados Unidos ha visto el aumento de las regulaciones, una ley ómnibus de 9.000 páginas, un rescate financiero de los sindicatos gubernamentales, una ley de reforma de Wall Street que hará más daño que bien, un tratado de armas nucleares que va en detrimento de nuestra defensa antimisiles, la negativa a aumentar la producción nacional de energía, la extralimitación federal en la educación, el menoscabo del Estado de Derecho y un oscuro nubarrón sobre el futuro de nuestras fuerzas militares debido al fracaso en garantizar un adecuado gasto de defensa.
En el Wall Street Journal de ayer, James Freeman escribe acerca de una entrevista con el milmillonario Mortimer Zuckerman —demócrata, magnate inmobiliario y propietario del diario New York Daily News—. "Entre los ejecutivos que apoyaron a Barack Obama en 2008, dice [Zuckerman], ‘hay una grandísima, enorme ansiedad sobre el liderazgo político del país’. Zuckerman informa de que entre los demócratas, ‘la sensación es que las políticas de este gobierno han fracasado’". Dado el historial de la administración Obama de los últimos 1.000 días, podrían estar en lo cierto. El gobierno aún más grande de hoy en día no ha puesto a Estados Unidos en el rumbo a una mejor fiscalidad, no ha creado empleos y no ha construido una economía más fuerte.
Hay un camino mejor y se llama Para Salvar el Sueño Americano, es el plan de Heritage que marca el rumbo para arreglar la deuda, reducir el gasto y restaurar la prosperidad. Rediseña los programas de derechos a beneficios, garantiza la asistencia para aquellos que la necesitan y preserva el sueño americano para las generaciones futuras. Si el Congreso y el presidente quieren que la nación avance, cree nuevos empleos y anime a las empresas para que crezcan e inviertan, entonces acumular más deuda, aumentar los impuestos e incrementar el gasto no son la respuesta, no importa cuánto desee el presidente Obama que así sea.