Las cosas en el PSOE están mal. Mejor dicho, fatal. Y el ramillete de candidatos que se presentan a la Secretaría General no es demasiado esperanzador.
Uno es Eduardo Madina, un sectario que odia a la derecha mucho más que a los terroristas que le pusieron la bomba. Y que, por otra parte, exhibe una cursilería superior (¡pásmense!) a la de Rodríguez Zapatero.
Otro es José Antonio Pérez Tapias, de la corriente Izquierda Socialista. Su candidatura ha servido para que sepamos que esa antediluviana corriente, que creíamos fenecida, sigue existiendo. El dato más relevante de Pérez Tapias es que se hace acompañar por Beatriz Talegón. Huelgan comentarios.
El tercero en discordia es Alberto Sotillos, hijo del que fue portavoz del primer Gobierno de Felipe González. Ha sido habitual tertuliano de algunas cadenas de televisión, en las que se ha especializado en insultar a Hermann Tertsch. Ese es todo su currículum. Sinceramente, cuando oí que se presentaba pensé que era una coña.
Y el último es Pedro Sánchez, al que, vistos los anteriores, he decidido apoyar. No soy del PSOE (ni Dios lo quiera), pero esto es como el fútbol: para que tenga interés hay que ir con un equipo.
Pedro Sánchez es progre. Francamente.
De progresía tópica y barata.
¿Y qué quieren ustedes? ¡Es sociata!
Y de su sociatez no se arrepiente.
Pero es joven. Parece que es decente.
No suele desbarrar. No disparata.
Y ante todo, su imagen es muy grata.
O séase, que es guapo. Claramente.
Sigamos con sus pros. Además de esto,
ha sido jugador de baloncesto
(y eso es más importante que ser guapo).
En fin, que no está mal este maromo.
Pero no va a arreglar, ni por asomo,
un partido que está como un guiñapo.