Con motivo del Día de la Hispanidad, nuestros poetas han querido hacer un homenaje a la Nación; con dos enfoques distintos, aunque no excluyentes: Monsieur de Sans-Foy lo ha hecho desde el corazón y Fray Josepho, desde la razón.
Léanlos, si lo tienen a bien.
MIENTRAS TENGA VOZ Y VIDA
por Monsieur de Sans-Foy
Tierra insólita de España,
tierra roja y amarilla:
roja de amapola y sangre
y amarilla de mentiras.
Tu belleza, tan secreta,
no se muestra a quien te mira
buscando en el olmo seco
la mitad que está podrida,
y tu Historia, de tan larga,
es tan pródiga en aristas
que cobija a los mezquinos
que en su casa despotrican
y no ven que, al ofenderte,
lo hacen a su madre misma.
Hoy, tu rojo se ha apagado,
y con él, tu valentía,
pues lo que antes era sangre
es insípida sangría:
gente muda, resignada,
cuando no catastrofista,
siempre al tanto de tus males
y tus horas más mezquinas.
Son tus hijos, pobre España,
no naciones enemigas,
los que no te dan la gloria
ni la paz que merecías.
Dan sepultura a los hechos,
pregonando fantasías.
Del cacique más rupestre
hacen ídolo y Mesías.
Tierra insólita de España,
tierra roja y amarilla.
Cualquiera puede, en el viento,
escuchar tu voz antigua:
un murmullo de romances
con palabras ya perdidas,
palabras que nadie sabe,
o quizá no fueron dichas.
Hoy, el corazón me dice
que te escuche y las escriba.
Y así pienso hacerlo, España,
mientras tenga voz y vida.
ESPAÑA CON RAZÓN
por Fray Josepho
El corazón lo revela.
El corazón lo declara.
El corazón, palpitando,
nos dice: "¡Quered a España!".
Y hay que prestar atención
al corazón cuando habla.
Mas también la inteligencia,
querido Mesié, proclama
las razones poderosas
para amar a nuestra patria.
No somos Españistán,
como algunos nos ultrajan.
Ni somos cárcel de pueblos.
Ni somos Chad o Somalia.
Somos nación europea,
sólida, vieja y compacta.
Y además, desde hace décadas,
somos una democracia.
Democracia con defectos,
inconvenientes y tachas,
con sus más y con sus menos,
pero, al cabo, como tantas.
Somos una nación libre
donde se vive de fábula,
con unas gentes magníficas
(y otras pérfidas y malas,
porque, como en todas partes,
también aquí cuecen habas).
Somos un país moderno
con toques de vieja usanza,
con un clima cojonudo,
con riqueza culinaria,
con paisajes increíbles,
con ciudades milenarias,
con museos, catedrales
y patrimonio a mansalva.
Con una historia imponente
que llevamos a la espalda.
Con tradición cultural,
con escritores de fama,
con pintores eminentes…
y con una lengua hablada
por quinientos milloncejos
de personas, total, nada.
Por estas y otras razones
(tal vez ramplonas y prácticas),
aunque el corazón dijera
que a esta tierra no hay que amarla,
hoy la cabeza me dice
que he de gritar ¡VIVA ESPAÑA!