¿Qué hacemos con el Puchi?, inquiere la Germania. ¿Qué hacemos con el Puchi?, se pregunta Rajoy. Hasta a los más acérrimos del prusés les corroe la duda. Y es que, desde que su extremada capilaridad vino a reforestar la vida política, nadie ha sabido qué diantre hacer con él. Nuestras poetas discrepan frontalmente. A ver cuál les convence:
AL BOTE CON ÉL
Por Monsieur de Sans-Foy
Hay que meterlo en el trullo,
previa estancia en el banquillo:
afearle su chanchullo
y enjaularlo como a un grillo.
¿Es o no de Perogrullo
encerrarlo en un castillo,
con el extra , por capullo,
de una bola en el tobillo?
Ese extremo desparpajo
se le va a cortar de cuajo
en su celda de cartujo.
¡Ójala que se haga viejo
disfrutando, por pendejo,
nuestras cárceles de lujo!
SAQUÉMOSLO DEL TRULLO
Por Fray Josepho
Las cárceles son malas, las cárceles son duras.
Por qué querer en ellas meter a las criaturas
(y con lo de criaturas aludo a Puchimón).
Las cárceles cabrean, las cárceles irritan.
En ellas los penados jamás se rehabilitan.
Y puede, si te duchas, caérsete el jabón.
Pobreto, Pelomocho. ¿Por qué no echarle un cable?
Sáquemoslo del trullo, pues es molt honorable.
Dígamosle a la Merkel que no ha de estar ahí.
Digámosle que España lo absuelve y lo perdona,
por su simpatiquísima cabeza de fregona
y su despampanante sonrisa de gilí.
No debe estar recluso, no debe estar cautivo,
pues es muy delicado, pues es muy aprensivo,
pues es muy timorato, carísimo Sanfuá.
A ver, ¿qué conseguimos teniéndolo en la trena?
¿Usted no siente lástima? ¿A usted no le da pena
del pobre líder lánguido del poble catalá?
Dejémoslo estar libre. Que salga de chirona.
Que vuelva a su entrañable provincia de Girona
(¿han visto que ingenioso con las palabras soy?).
Dejemos que retorne por fin a Catalonia.
Y entrando en la frontera, con toda ceremonia,
reverenciosamente, recíbalo Rajoy.