Durante esta semana se ha hablado bastante de Manuela Carmena, a propósito de su negativa a distinguir a Miguel Ángel Blanco del resto de las víctimas del terrorismo, el cambio climático y la desnutrición infantil.
Pero rara es la semana en la que no se habla de doña Manuela. Se diría que el grupúsculo de no-comunistas no-podemitas que tan dignamente preside se hubiera propuesto estar en la pomada mediática a cualquier precio, aunque sea para recibir estopa, leña, caña y lija.
Nuestros poetas han entrado a saco en el debate sobre la bonhomía de la munícipe por antonomasia. Ustedes dirán quién les convence más:
QUÉ BUENA ES CARMENA
por Fray Josepho
Carmena es cordial,
Carmena es simpática.
Es muy democrática,
sincera y leal.
Y libre de mal,
de amor está llena.
¡Qué buena, qué buena!
Carmena es humana,
Carmena es sensible,
jovial, accesible,
sencilla y cercana.
Carmena es anciana
festiva y amena.
¡Qué buena, qué buena!
Carmena es honrada,
Carmena es fraterna,
Carmena es moderna,
graciosa y salada,
con una mirada
piadosa y serena.
¡Qué buena, qué buena!
Carmena es tan blanda,
tan dúctil, tan suave,
que es toda jarabe,
perfume, lavanda,
flor de jacaranda,
cantueso y avena.
¡Qué buena, qué buena!
Carmena es, en fin,
entera y cabal:
la abuela ideal,
vecina y afín.
Carmena es asín
de afable y de plena.
¡Qué buena, qué buena!
BUENA, NO: ÓPTIMA
por Monsieur de Sans-Foy
Son buenas las legumbres y la fruta.
Es bueno el Lagavulin, que es de malta.
Carmena es, en más laica y en más alta,
la mística Teresa de Calcuta.
Con ella, sólo el próspero tributa,
y al desafortunado se le exalta.
Que no hay ni que pensar lo que hace falta,
pues ella sola piensa y ejecuta.
Carmena es que gobierne la abuelita...
con toda la caterva podemita
de Guardia Nacional Bolivariana.
Carmena es un peluche gigantesco.
Carmena es como un soplo de aire fresco,
directo de la estepa siberiana.