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Fray Josepho y Monsieur de Sans-Foy

Consejos para el confinamiento

Hemos pedido a nuestras poetas que se eleven sobre la penuria y nos pastoreen hacia el buen camino mediante pedagógicos consejos y sabias exhortaciones.

Hemos pedido a nuestras poetas que se eleven sobre la penuria y nos pastoreen hacia el buen camino mediante pedagógicos consejos y sabias exhortaciones.
Una mujer, confinando | Alamy

El confinamiento ha suspendido toda actividad, y la crítica política se está volviendo tan acerba que amenaza con agotar nuestras reservas de antiácidos. Por eso, hemos pedido a nuestras poetas que se eleven sobre la penuria y nos pastoreen hacia el buen camino mediante pedagógicos consejos y sabias exhortaciones. A ver si lo consiguen.

VAN MIS CONSEJOS
por Monsieur de Sans-Foy

Lo primero que aconsejo,
en este trance jodido,
es vestir como es debido.
No rondar como un pendejo
con algún pijama viejo.
Hay que estar hecho un pincel,
sin aflojar el nivel
ni cantar a chamusquina:
¡mantener la disciplina,
como si fuera un cuartel!

Mi segunda admonición,
en tiempos tan procelosos,
es mostrarnos cautelosos
con nuestra alimentación.
Comer es obligación,
en eso estamos de acuerdo,
pero comer como un cerdo
es patético y obsceno.
Yo, muchos días, ni ceno,
y por eso estoy que muerdo.

Con los vicios, mucho tiento:
ni atracones de tabaco
ni beber como un cosaco.
Mejor poner el acento
en el sexto mandamiento.
Conservarse de una pieza
requiere usar la cabeza.
Y con esto, ya termino:
se puede pasar sin vino
(si te gusta la cerveza).

VAN LOS MÍOS
por Fray Josepho

Aconsejo, en materia del encierro obligado,
contener los bufidos de cariz destemplado
y ponerle, en familia, su seguro al fusil.
Si tus hijos te irritan, contarás hasta treinta.
Hasta cien si te crispa (cómo no) la parienta.
Y si lo hace tu suegra, llegarás hasta mil.

Que el encierro es forzoso, que el encierro es preciso.
Que no puedes fugarte ni escapar de tu piso.
Que estás preso, recluso, confinado y rehén.
En lugar de cafeses, toma salvia y melisa.
La quijada, desténsala. Muéstrales tu sonrisa,
y hermosea tu vida con la estética zen.

Pon a Sergio y Estíbaliz (o tal vez al Consorcio),
y no alientes ideas de pedir el divorcio,
que este trance algún día (pienso yo) concluirá.
Y no estés taciturno, melancólico o triste.
Si te enojas, aguántate. Si te cansas, resiste.
Y los cuescos, reténgalos, mi querido Sanfuá.

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