María Jesús M., de 27 años, conocida como Maje, es la supuesta coautora de la muerte de su marido, el ingeniero Antonio Navarro, de 36 años, en el garaje de su casa de Valencia; presuntamente apuñalado por su amante, Salva, la noche en que ella le dejó la cena: "Puchi, disfruta de esta empanada hecha con amor", mientras se llevaba la mitad de la misma a la casa de otro de sus amantes, el publicista, con el que dormiría tras engañar al marido diciendo que tenía trabajo en el hospital.
Maje es una belleza escultural que llenaba el traje de novia con curvas rotundas y un aspecto saludable y goloso de manzana asada.
Maje es una chica con cara de luna, seductora, que según la investigación se había casado poco convencida pero con la decisión de ser protagonista vestida de blanco, aunque después el matrimonio le pesara y decidiera quitarse de en medio el engorro del marido quedándose con los bienes de la pareja, incluido el monto del seguro. Para ello se puso de acuerdo con un compañero del hospital donde trabajaba como enfermera que bebía los vientos por ella. Maje tenía abducido a Salva, el sicario voluntario, de 47 años. Un hombre completamente entregado, enamorado y ciego por ella, dispuesto a cargar con todas las culpas y a exonerarla de cualquier delito. Sin embargo, la Policía ha sido más lista que los dos juntos.
El asesinato de Antonio en el garaje fue brutal, ocho puñaladas en el tórax en un recinto al que sólo se puede acceder con llave y en el que no solía dejar el coche, salvo aquel día en el que ella le dijo que iba a estar fuera y podía ocupar su plaza. La saña de las puñaladas y el hecho de que el criminal tuvo que estar agazapado hasta que se produjo el crimen levantó las sospechas en el entorno. Los investigadores descubrieron la doble vida de Maje, aunque podría decirse triple. Y lograron pinchar los teléfonos, con lo que se descubrió el pastel.
Maje había utilizado una antiquísima técnica, consistente en lograr que un tercero haga el trabajo sucio de la muerte. La historia del crimen está llena de mujeres que han seducido hombres para utilizarlos como herramientas de asesinato. En el caso de Salva, cuando se derrumbó ante la Policía dijo que había actuado solo, cargando con todo, aunque está casado y tiene dos hijos. Su vida no le importa: no es nada al lado de la existencia de la diosa. Maje, por su parte, es una actriz de primera, capaz de emocionar a los asistentes al funeral del marido con la carta del adiós, llena de sentimiento, en la que le daba las gracias por haberla hecho feliz, mientras se regocijaba en las grabaciones de habérselo quitado de encima. En la iglesia todo el mundo lloraba a moco tendido, igual que cuando le daban el pésame por teléfono, aunque al colgar ella se alegraba de estar viuda.
Maje es el crimen con cara de ángel, la determinación con cuchillo de hielo, la hipocresía con vida turbulenta. Con rostro de buena que oculta el despiporre, maestra del fingir y pasar, que se habría salvado de todo si en el mundo en el que vivimos los listos como ella no olvidaran con demasiada frecuencia que su parte más vulnerable y delatora está en su teléfono. Ese adminículo que ya nadie deja ni un momento para ir al baño, fiel marcador de la biografía, capaz de señalar el trayecto, la posición y hasta el contenido de los peores pensamientos. El teléfono grabó para la causa conversaciones que la comprometen y la sitúa en la preparación de los hechos.