En Francia, Jean-Claude Romand ha solicitado la libertad condicional. Es el monstruoso asesino de toda su familia: hijos, esposa y padres. Tiene 64 años y lleva 25 en prisión. El móvil de sus muertes es uno de los más singulares: mató a todos los suyos para que no descubrieran que llevaba una doble vida, mintiéndoles desde dieciocho años atrás y arruinándolos a la vez bajo la falacia de que se dedicaba a invertir los ahorros que le confiaban en Suiza.
Romand se hacía pasar por un importante médico de la Organización Mundial de la Salud, cuando no había terminado la carrera, y salía por la mañana a su trabajo pasando toda la jornada circulando por carreteras, solazándose en el bosque o sesteando en el aparcamiento de la OMS. Al final del día regresaba a su hermoso pueblecito de Prèvessin, en la frontera, a pocos kilómetros de Ginebra. Allí era un padre atento, un delicado esposo y un cariñoso hijo, amigo de sus amigos. El crimen se produjo en 1993, cuando Romand era un tipo espigado, con gafas, calvo, de maneras suaves y elegantes. Nadie podía esperarlo, porque la magia de su seducción se mantenía a flote pese a que ya habían empezado los problemas, dado que algunos de los inversores le reclamaban su dinero. Fue ese desequilibrio el que le impulsó a actuar.
El impostor no se aburría, hubiera seguido mintiendo eternamente, pero era incapaz de enfrentarse a las miradas de decepción de los suyos. Mató a su esposa de un golpe y frió a tiros a sus hijos y padres. El cambio radical de su consideración social provocó el germen de películas y otras obras de ficción. En especial el relato novelado de Emmanuel Carrèrre "El Adversario", que popularizó los hechos. El escritor no quiere ahora recordar la relación que tuvo con el asesino. Literariamente es un tema superado. Queda ahí para aleccionar a la humanidad y los flecos corresponden a otros.
El asesino se ha sometido a pruebas psíquicas que le dan resultado positivo: según el estado de sus facultades mentales, no hay problema para autorizar su salida. Los jueces, si atienden su petición, podrían ponerlo en la calle en pocos días.
Además del peritaje médico, los jueces deberían de evaluar si un tipo que mata a media docena de los parientes más cercanos, de forma fría y brutal, por un motivo tan volátil como no soportar la frustración, debe volver a la sociedad un cuarto de siglo más tarde. ¿Qué hará Romand si consigue la libertad? ¿Volverá a inventarse una falsa vida? ¿Acabará con la existencia de todos los que le crean antes de que le descubran?
La clave está en que dicen los psiquiatras que no es un loco. Es un individuo que, más allá de su coraza de amable y seductor, oculta el profundo ignorante al que le gusta posar de médico famoso, con altos ingresos y vida muelle. De forma inteligente y elaborada, reunió mediante engaño los suficientes ingresos para financiar su extraña existencia. Inasequible al aburrimiento, habría sido capaz de encontrar nuevas actividades para actuar en paralelo por toda la eternidad. No fue su paciencia la que estalló, sino la mentira del dinero que no pudo prolongar durante más tiempo. Es decir, que sus crímenes fueron interesados, perpetrados para su mayor comodidad, liberándose de responder de una larga fabulación que había dejado hueca y sin sentido la vida de todos lo que le rodeaban. ¿Podría repetir la jugada?
En mi opinión, sin ninguna duda. Y eso no depende de sus facultades mentales, pues siempre las tuvo dentro de la normalidad. Se trata de cómo aplica la ley del mínimo esfuerzo para gozar de una casa, un coche y dinero para gastar. Es un aprovechado. Todo él convertido en falsa carcasa de triunfador. He conocido muchos delincuentes que han hecho cosas parecidas, aunque nunca con tanta extensión y profundidad. Mucha gente vive fabricándose un falso currículum universitario, como es el caso. Basta con leer los periódicos estos días. O son médicos de pega, como el asesino. Algunos incluso ponen pacientes en tratamiento y facilitan recetas. Vean la gran cantidad de fallos que hay en seguridad, tanto en la universidad como en las demás instituciones. Y los estafadores pueden convertirse fácilmente en asesinos múltiples.
Lo que hay que hacer es no creerse nunca la reinserción si no es probada.