Ahora resulta que la verdadera prótesis de Pistorius era su pistola. La fama desmesurada deforma la realidad del individuo. Pistorius es un tipo violento, con antecedentes por maltrato, obsesionado por las armas y la seguridad, que convivía con rifles cargados y pistolas llenas de balas. Por el contrario, su imagen es la de un esforzado atleta que tenía futuro.
También tenía una novia, Reeva Steenkamp, de una belleza angelical, por la que a muchos no les importaría perder las dos piernas. Pero el mal de Pistorius no estaba ya en sus extremidades inferiores sino en su cerebro atormentado. Reeva era una modelo y presentadora de televisión que figuraba entre las cien mujeres más atractivas del mundo.
Pistorius había demostrado que se puede ser atleta sin piernas ni pies, que se puede ganar una carrera con prótesis, que se puede ser campeón olímpico con discapacidad y que se puede triunfar en todo el mundo hasta el punto de comprarte una mansión millonaria en el privilegiado complejo Silver Lakes Golf Estate de Pretoria. Pero ahora viene lo más difícil: ser nada menos que un hombre cuando te falta una parte de tu anatomía. Creerte el papel de seductor sin piernas ni pies, con unas feas prótesis sobre las que saltas o vuelas.
La víspera de San Valentín, el joven Pistorius no tenía un buen día. Había discutido con su novia y la notaba esquiva. En un momento determinado, estalló una fenomenal pelea entre los dos, por mucho que los familiares creyeran que se llevaban bien. Pistorius es uno de esos que en cuanto hay una discrepancia echa mano de una pistola cargada. Dentro de sí, anida tal frustración que es capaz de disparar contra su novia desarmada. La policía investiga si hizo cuatro disparos a través de la puerta del cuarto de baño. Su inseguridad e inmadurez es tal que con la pistola humeante abrió la puerta y recogió el cuerpo hermosamente proporcionado de su novia, que sangraba por la cabeza, y trató de hacerle el boca a boca. O tal vez darle un beso de despedida, mientras la vida huía de ella. La sociedad es tan ciega que no quiere darse cuenta de que un héroe de las pistas puede ser un tipo acomplejado y escurridizo frente al cuarto de baño. Pistorius lo era.
Como tiene un talegazo de millones, ya hay agencias dispuestas a velar por su imagen, aunque sus grandes patrocinadores se han retirado. Pistorius es posible que sufriera un arranque de violencia cuando Reeva empezó a cansarse de él. La víspera de San Valentín es el día adecuado para una discusión entre enamorados. Pero también para que haga crisis una historia que no funciona. Esto segundo podría ser el caso.
La hipótesis policial es que ella habría huido de él hasta encerrarse en el cuarto de baño, y probablemente estaba valorando abandonarle. Pistorius no es de los tipos que se dejan abandonar. Otras novias así lo declaran. Como hacía siempre, de un tiempo a esta parte, empuñaba una pistola cargada o un bate de béisbol. Previamente se había colocado sus valiosas prótesis para andar, pero por desgracia no existe nada igual para pensar.
Estoy seguro de que ninguna mujer abandona a un hombre porque le falten los pies, pero cualquiera está dispuesta a dejarle plantado con sus prótesis nuevas si la maltrata.
Una cosa es que un chico se recupere de la doble amputación de sus piernas y otra que su mente supere esa carencia de por vida, aunque disponga de unas ayudas de carbono capaces de competir con Usain Bolt.
La superación personal de un discapacitado me emociona. Una de mis heroínas es Irene Villa, la chica que superó el atentado que sufrió y que se ha convertido en periodista y feliz esposa. En el campo internacional, el atleta paralímpico Pistorius me subyuga. Eso de que pudiera volar con sus prótesis de carbono me proyecta al séptimo cielo.
Pistorius fue un niño al que le amputaron las dos piernas por un defecto de nacimiento. Aprendió a andar con prótesis, y enseguida a correr y a volar con ellas. De hecho hay quien dice que las prótesis le daban ventaja en las pistas de atletismo sobre los atletas sin discapacidad. Pistorius hacía alarde de su estado y se ponía y quitaba las prótesis con una rapidez endiablada. Sólo tiene veintipocos años y es guapo y rico. Su fama le ha procurado unos ingresos millonarios.
Pistorius desafíó a los atletas sin discapacidad en los pasados Juegos de Londres, donde compitió en los 400 metros lisos. En su país, Sudáfrica, es un verdadero héroe, y en el resto del mundo, una referencia para todos. Su éxito ha sido fulminante y global. Pero ahora es un hombre que se enfrenta a acusaciones de maltrato y posible asesinato. Es poco reflexivo, exaltado e inestable. Sólo la gran mentira que pesa siempre sobre los famosos nos ha impedido darnos cuenta antes.
Lo malo no es que Pistorius se quedara de niño sin piernas, sino que se ha descubierto que de mayor no tiene mucho cerebro.