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Francisco Pérez Abellán

Mafia policial

Veinte individuos se sientan en la Audiencia de Barcelona por un presunto episodio de mafia policial.

Cuando esto era un país con gobiernos fuertes y decididos a propulsarlo hacia adelante, unido en todo lo que le beneficia, cualquier cosa que pasaba en cualquier lugar del territorio era noticia en el resto. Un delincuente que huía, revolucionaba a toda la prensa, y una mafia policial, como la que entrenaba delincuentes, les marcaba objetivos y luego los mataba para robarles el botín, interesaba a todo el mundo. Hoy, en la España dispersa y confusa, donde no impera la ley, lo que pasa en Cataluña apenas interesa en Madrid; y al revés.

Veinte individuos se sientan en la Audiencia de Barcelona por un presunto episodio de mafia policial. Los dueños de dos macroburdeles de Casteldefells, el Saratoga y el Riviera, podrían haber estado informados, mediante chivatazos policiales, de cuándo se iban a realizar redadas en busca de prostitutas en situación irregular o incluso menores de edad.

Se han denunciado constantes sobornos, incluso el pago de una operación de pecho de la hija de uno de los imputados, se entiende que una operación estética, de aumento, y por tanto alejada del dramatismo y la urgencia. El fiscal acusa a los jefes de la anterior Brigada de Extranjería de Barcelona de cobrar por avisar a los burdeles de la acción popular. Por cierto, todos los que querían echaban una cana al aire sin gastar un euro, ni en licor espirituoso ni en premiar a las trabajadoras irregulares.

Están implicados otros policías, un funcionario del ayuntamiento, personal de los prostíbulos y varios abogados. La Fiscalía Anticorrupción entiende que formaban un grupo criminal que se beneficiaba de la explotación sexual. Se piden penas de hasta cuarenta y cuatro años. Hay seis agentes implicados, incluido un comisario y un inspector jefe. Las entregas eran de sobres de unos tres mil euros, aunque a veces subían a seis mil, según la calidad del servicio.

El rastreo de la mafia se extiende a otros locales de Cataluña. Según el fiscal, había dos organizaciones: la de los presuntos policías corruptos, para los que los agentes de verdad tienen un nombre, "delincuentes con placa", y la de los proxenetas, que explotarían a mujeres inmigrantes.

Así que abogados trincones, policías corruptos y proxenetas, repartidores de sobornos, actúan en Cataluña durante al menos seis años, de 2002 a 2008, ante la indiferencia general, y ahora, cuando estalla el escándalo, apenas se habla de ello en los medios, excepto por parte de mi admirada Cruz Morcillo, en el ABC, que siempre ha presumido de tener una buena sección de Sucesos. Ahora se viaja a Barcelona deprisa deprisa, en el AVE, pero las informaciones no solo vienen despacio despacio, sino que no se publican.

La policía española de base es muy buena, pero esta penetrada por el dedazo de los políticos, que, lejos de practicar el ascenso por mérito o cualificación, por formación o talento, lo dilapidan por la vecindad ideológica o el simple servilismo. Este Gobierno empezó, armado de detergente, con un lavado y barrido general de comisarías y otras dependencias policiales. Parecía haber llegado cargado de energía, pero parece haberse cansado ya, metido la prueba del algodón que no engaña en el bolsillo trasero.

Mientras la policía de a pie se deja la piel y mantiene el país seguro, el fiasco político se equivoca cada dos por tres. Algunos protegidos meten la pata hasta el fondo, en grandes investigaciones, y no son depurados. Expertos poco preparados, como la perito que confundió los huesos de los niños de Córdoba, siguen en la Policía, donde los gobernantes flojitos, aunque sean de derechas, no se atreven a poner orden.

De ahí que las cifras policiales no coincidan con la memoria del fiscal, que se trate de convencer al personal de que hay un tanto por ciento tolerable de delitos sin resolver y otros desmanes heredados del peor ministro del Interior nunca habido en España, Pérez Rubalcaba, pero que el actual, de cuyo nombre no me acuerdo, no ha mejorado de ninguna manera. De cualquier forma, es una nueva buena que de vez en cuando una mafia policial sea descubierta y pase por el filtro de la anticorrupción. Pero que no lo oculten.

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