La primera alcaldesa de la historia de la capital trajo con ella eventos primerizos en todo: cinco homicidios por negligencia criminal en una macrofiesta celebrada en un recinto concebido para el deporte, la negativa definitiva de los Juegos Olímpicos y el permiso para que las bicicletas circulen a toda leche por las aceras junto a los impedidos, las embarazadas, los viejos con movilidad reducida y los niños. Lo que podría entenderse como una promoción desordenada e idiota del ciclismo. Como soy partidario a tope de la mujer, espero que la próxima segunda alcaldesa enderece todos estos entuertos.
Contrariamente a lo que se dice, a Ana Botella la han hundido las caídas de las ramas de los árboles en Madrid, que ya han matado a dos personas, lo que achaca a la mala suerte pero otros dicen que se debe a que ella ha hecho que cada día trabajen 228 jardineros menos. En Villa de Vallecas la rama de un viejo olmo cayó a la vez sobre la cabeza del anciano y sobre su futuro. A la reina del spanglish la mató el arboling.
Tal y como resulta inolvidable, en el recinto del Madrid Arena murieron cinco chicas muy jóvenes, cinco de nuestras hijas, en una ciudad mal gobernada, cuando se divertían en medio de la imprevisión y la imprudencia en una celebración que nunca debió permitirse sin la debida seguridad –y allí bailaban hijas de jueces, el hijo de la delegada del Gobierno, la alta burguesía y la que pesca en ruin barca–, sin la debida supervisión por parte de los servicios de la alcaldía, con una enfermería improvisada en un cuarto oscuro, y sin agua corriente, a cargo de un médico jubileta, muy vinculado al partido en el gobierno y políticamente comprometido, puesto que ha sido concejal del mismo ayuntamiento hoy cuestionado. Con esos medios, gente responsable no habría autorizado ni siquiera un guateque en la terraza con pick-up para una panda de colegas.
El juez encargado del caso dice que falló todo lo que podía fallar y ha imputado a 16 personas encabezadas por el empresario que presuntamente vendió más entradas que aforo había. Pero sorprendentemente ha exonerado a los políticos al frente del área de seguridad y a los máximos responsables de que la ciudad funcione. Incluso ha dejado fuera a los que ya tenían un pie dentro. Hay quien cree que la excesiva politización de la justicia española la incapacita para ajusticiar a los políticos.
En mi opinión su señoría se equivoca pero está en su derecho de imputar a quien encuentre con pruebas, aunque también queda la vía política. ¿Qué hacer con políticos que no evitan la imprudencia, que encargados de la seguridad de los ciudadanos la contravienen y desprecian? Juzgarlos políticamente por la vía rápida. Lo del Madrid Arena es imperdonable. Uno de los grandes homicidios múltiples de todos los tiempos, similar a que se queden sin pan los "sin dientes" de Hollande.
Algunos políticos españoles se han acostumbrado a la impunidad. Roban, utilizan la defraudación y las ideas políticas para enriquecerse, enfrentan a muerte a los españoles, dividen la nación de forma criminal, incumplen sus compromisos, nos ponen en peligro con su irresponsabilidad y su negligencia, y nunca pagan, convenientemente aforados y aforrados. Roma no paga traidores, España sí.
Hay dos millones de árboles en Madrid y los madrileños deben escapar de ellos. Huir de su sombra amenazante, mientras la política no cambie. Por otro lado también tienen que bajarse al asfalto y disputarle el espacio a los coches, forzados por las bicicletas, eligiendo entre ser insultados por los automovilistas o arrollados por los bicicletos, seres poseídos por una extraña fiebre y alentados por la inconsciencia, que pedalean por las estrechas aceras del Madrid embotellado.