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Francisco Pérez Abellán

La coca no se destruye: se roba

España se ha convertido en un tentador almacén de droga para los cacos.

Además de ser el país que mayor cantidad de cocaína consume –pero el anterior Gobierno concentró todos sus esfuerzos en desterrar el tabaco–, por lo que no es de extrañar que haya subido vertiginosamente el número de muertes súbitas por consumo de coca, España se ha convertido en un tentador almacén de droga para los cacos.

En lugares inadecuados, en viejos retretes inutilizados, en vestuarios en desuso, en naves mal cerradas o directamente abandonadas, con poca o nula vigilancia, una cantidad increíble de droga intervenida a los traficantes se ofrece a las bandas de ladrones. Según los datos de los sindicatos policiales, estamos hablando de 375.000 kilos de mercancía, entre los que se cuentan los 16.608 kilos de coca intervenidos en 2011.

En Cádiz acaban de robar, en un fin de semana, 300 kilos de coca, y al parecer otros 100 de hachís. Se calcula que en el mercado una tonelada de droga vale unos 50 millones de euros. Buen golpe.

Mejor que alquilar un barco, dotarlo de tripulación, surcar los procelosos mares y exponerse a un encuentro con la Guardia Civil es robarle la droga a la propia Policía. Como ya sucedió en Sevilla, puede que baste una furgoneta y un par de cómplices que acarreen los fardos. Todo eso es fácil. Robar a la Policía la cocaína intervenida en España es más fácil que quitar un caramelo a un niño.

Lo que pasa es que la pasma no tiene la culpa. Esto es más bien culpa de quien incumple la ley, que dice que de un alijo hay que tomar diez gramos de muestra, certificar que lo intervenido es mandanga y quemar el resto. O al menos eso nos han dicho en estamentos oficiales. Los jueces no cumplen porque al parecer tienen miedo de que los narcos se puedan pagar grandes abogados que demuestren que ha desaparecido la prueba del delito y consigan que sus clientes queden en libertad. Pero esto es una excusa floja. Si está certificado que lo intervenido es droga y se guarda un poco para su comprobación, debería ser fácil demostrar con documentos fehacientes que el resto ha sido incinerado.

En cualquier caso, los jueces no queman la droga, y esta se acumula en condiciones más que deficientes, en viejos depósitos que son asaltados casi sin riesgo para los asaltantes. En el caso de Cádiz, inutilizaron dos cámaras de vigilancia dándoles con un palo y desviando el objetivo al techo. Al parecer, otras dos mejor camufladas recogieron la imagen de uno de los asaltantes. Ya están tardando en echarle el guante.

De la droga robada en Sevilla, que "con tres o cuatro cortes" produciría un beneficio de más de 500 kilos, no se recuperó un solo gramo. Dicen que el Guadalquivir es un río de coca con un poco de agua fangosa. Al atardecer, los aficionados a la cocaína se ponen tibios en sus riberas y salen a comerse la noche, que es de nardo y clavel.

En Cádiz hay ahora más de una tonelada que no la coloca cualquiera. Hay que ser muy narco para vender tanta mercancía de una vez. ¿Y qué grupo sería capaz de comprarla? En España se persigue a muerte al fumador, al que se empuja al catarro o la pulmonía, mientras no se molesta al que se suicida a tiritos en los cuartos de baño.

La cocaína no se destruye, no se quema, no se incinera ni se arroja al mar porque se tiene miedo a perderla. Es demasiado valiosa, soluble y fugitiva.

En España

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