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Francisco Pérez Abellán

La celda del ahorcado

Estamos ante un asombroso caso de negligencia.

La captura de Ahmed Chelb, el presunto autor del asesinato de la joven Eva Blanco, le costó a la Guardia Civil 18 años de constante investigación, que produjeron el mayor éxito de la policía española; y ahora Instituciones Penitenciarias lo ha perdido para siempre en una sola noche.

Para medir el éxito que supuso la detención del individuo en cuestión solo hay que pasar de nuevo las imágenes de TV con los vehículos 4x4 del Instituto Armado erizados de fusiles, con los guardias de pie sobre el marco de la puerta, cuando traían al reo del aeropuerto de Torrejón. Despliegue y acierto. Una complicada investigación criminal que el grupo de homicidios nunca abandonó. Cada miembro nuevo tenía obligatoriamente que echarle una mirada al viejo sumario, hasta que uno de los más brillantes investigadores relacionó las carencias de los informes con la noticia de un periódico que indicaba un nuevo tratamiento del ADN que permitía más información. Entre otros, los datos étnicos. De esta forma se llegó al rastreo del huido y finalmente a señalar al presunto, que fue localizado en Francia y extraditado. Fue un trabajo incansable, más allá de las ordenanzas, con riesgo y entrega de los agentes.

Al otro lado del precipicio, la cárcel de Alcalá Meco fue la tumba del hombre que iba a ser juzgado. Todo el mundo sabe que lo primero que le quitan a un detenido son los cordones de los zapatos; pues Ahmed supuestamente se ahorcó con esos cordones. Hasta poco antes disponía de un protocolo antisuicidio que en la cárcel le quitaron de forma temeraria y ante el enfado furibundo de la jueza que lleva el caso. Dicen desde la dirección que han sido los informes médicos y psicológicos los que aconsejaron que se suprimiera el preso sombra al hombre que supuestamente encontró aquella noche a Eva Blanco cuando regresaba a casa y se la llevó a una carretera que todavía no había sido inaugurada, para lo que aparenta ser un horrible crimen sexual. Si el médico y el psicólogo aconsejaron que se retirara la vigilancia especial al hoy presunto suicida, cuando ya había protagonizado un episodio de autolisis en la cárcel francesa, hay que preguntarse qué hacen estos profesionales colaborando con Instituciones Penitenciarias y de dónde los han sacado.

Los peritos que colaboran con la policía y en ciertos casos judiciales han experimentado un aumento de errores de manual o han sido poco diligentes, como en el caso de Bretón, donde confundieron los huesos de los niños con huesos de roedores y dijeron haber encontrado tres astrágalos izquierdos donde solo podía haber dos. Las instituciones tienen que hacérselo mirar y empezar a contar con peritos acreditados de la sociedad civil en todos los ámbitos: la criminología, la medicina y la psicología.

Hay quien dice en internet que para qué preocuparse de lo ocurrido, que se ha hecho justicia poética con la muerte de este hombre pendiente del cordón de su zapato, colgado en la puerta del WC de su celda. Cuenta Ramón que una vez le dijeron a Valle Inclán que, según Salomón, el número de tontos es infinito, y que el segundo manco genial de nuestra literatura replicó que desde entonces se han centuplicado.

Chelb fue entregado a la protección de la Justicia española y no se le ha sabido proteger. Con ello se pierde la certeza que necesitamos, mediante un juicio, de saber si este hombre, aunque hay indicios científicos como el ADN que le señalan, era o no el culpable. ¿Ha sido un suicidio o es pura negligencia? Todo detenido debe gozar de protección, y aquí se ha fallado de forma tan estrepitosa como México en la fuga del Chapo Guzmán.

Chelb, que contó una historia increíble de que dos desconocidos le hicieron eyacular sobre el cuerpo de Eva, no pudo encajar cómo era posible, siendo así que se hubiera encontrado su ADN dentro de ella. Tan inexplicable como dejarle puestos los cordones a un suicida.

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