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'Il castrato' y los experimentos con gaseosa

Alejandro Martínez Singul, el segundo 'Violador del Eixample', es el primer preso español que se ha sometido a un tratamiento de castración química.

Alejandro Martínez Singul, de 46 años, el segundo Violador del Eixample, es el primer preso español que se ha sometido a un tratamiento de castración química. Como se sabe, esto consiste en tomar un combinado de fármacos que inhiben la libido. El problema es que cuando dejas de tomar las pastillas vuelves a tener tu libido de siempre, y si resulta que es la de un violador, pues no hay nada que hacerle. Menos mal que en este caso la Generalitat ha recibido la garantía del violador, palabrita del niño Jesús, de que se tomará todos los días la medicación, lo que nos deja mucho más tranquilos.

El caso es que la Generalitat, que se ha empeñado en ser pionera en el tratamiento de los depredadores sexuales, ya se la jugó con Francisco López Maillo, el primer Violador del Eixample. Allí quisieron redimirlo y lo escaquearon a la prensa, aunque el pobre chico no mostraba voluntad. Finalmente lo fulminó una repentina enfermedad degenerativa que acabó con su díscola vida y de paso con su puñetera libido, librando a los progres del baldón de las probables nuevas violaciones.

Este segundo violador del Ensanche barcelonés, después de haber abusado de 14 niñas, de entre 9 y 16 años, en los 90, y tras 16 de encierro, puso el pie en la calle bajo un gran revuelo. Aconsejado por los redentoristas, se marchó a Francia, y allí fue ayudado por una monja, hasta que en un descuido de la hermana el ahora castrato Singul, en julio de aquel mismo año, le enseñó los genitales a una menor de 8 años en el municipio gabacho de Taurinyá. Los franceses, que no se andan con contemplaciones, le condenaron por tamaña exhibición a un año de cárcel, pero el violador, conocedor profundo de lo que le conviene, huyó al país de la castración bajo palabra.

Durante la huida fue denunciado de nuevo por mostrar sus partes pudendas a una señora en la estación de tren de Barcelona. En 2008 los policías autonómicos de la Generalitat le detuvieron en Cardedeu, y por fin la Audiencia Nacional ordenó la extradición a Francia. Pero no nos habíamos librado de él.

Singul, que ya no tiene pelos en la cabeza, al poco de cumplir en la aldea gala volvió a su patria envilecida. Dos jóvenes le denunciaron, por seguirlas con intención de abusar sexualmente de ellas. La Audiencia, sin reconocer su peso a los brutales antecedentes del libido-maniaco, dejó la pena en una multa de 200 euros por no haber llevado a cabo la doble violación.

En aquel mismo mes de octubre eligió a una niña de 12 años, la persiguió hasta el portal de su vivienda y entró con ella en el ascensor. Esto es lo típico del peor depredador sexual. Intentó violarla, pero la víctima logró escapar. Fue condenado a tres años y nueve meses. De aquel intentó sale ahora, habiéndose sometido a planes, estudios, fármacos y promesas. Es decir, a todo a lo que se somete alguien que quiere salir en libertad a toda costa. La propia junta evaluadora de la prisión teme que vuelva a agredir a jóvenes y niñas. Singul es el primer castrato reversible de la delincuencia patria. Le basta con dejar de tomar los inhibidores para sentir la llamada del ascensor.

Si resulta que vuelve a mostrar lo peor de sí mismo, habría que exigir los experimentos con gaseosa. Lo de castrato químico, que lo prueben primero los que lo recomiendan.

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