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Francisco Pérez Abellán

El violador no quería salir

Se descubre ahora lo que hace mucho que venimos diciendo: las leyes no están al día. Se descubre con traumatismo y crispación.

Se descubre ahora lo que hace mucho que venimos diciendo: las leyes no están al día. Se descubre con traumatismo y crispación. Sin embargo, los errores de la lucha contra la delincuencia no cesan: precisamente ahora le toca salir a la calle al violador de la Verneda, un barrio de Barcelona, condenado por 17 violaciones consumadas y que recibió 167 años de condena en esa apariencia de castigo aplastante que suponen las penas centenarias, pero que desde el principio no son verdad, puesto que por ley sólo se pueden cumplir un máximo de veinte. Entonces, ¿por qué se le condenó a 167? Y aun así, le sale a menos de diez años por violación. Al de Verneda la Justicia le hace una sustancial rebaja, permitiendo que pague dos por diecisiete.

España no tiene archivo de delincuentes sexuales. Ni siquiera como Francia, que tiene uno al que no saca provecho porque aplica de forma timorata el derecho efectivo a la defensa. Los violadores y otros depredadores sexuales están fichados de forma automática, hasta la impresionante cifra de 78.000 posibles reincidentes, pero sus datos, al contrario que en Estados Unidos, no pueden ser conocidos por autoridades como alcaldes ni, por supuesto, por los ciudadanos. Es decir, que el reciente asesino de una niña de 13 años pudo vivir impunemente en el mismo edificio que la víctima porque nadie llegó nunca a saber que semejante monstruo estaba en la vecindad. ¿El que lo impide es un humanista avanzado o un tonto de remate que no saca partido a una formidable arma para controlar a los violadores?

No es que las leyes sean blandas, sino que se aplican mal. En la sociedad lo que más falla es la prevención: ¿por qué no hay un archivo de delincuentes sexuales en España? ¿A quién le da miedo que se ate de pies y manos a los violadores? En Estados Unidos entras en internet y sabes si hay depredadores en tu barrio. Aquí, en la mayoría de los casos ni siquiera se avisa a las víctimas de que su violador ha vuelto a la calle.

El caso del de la Verneda es un poco distinto porque, como Miguel Ricart, el asesino de las niñas de Alcácer hoy desaparecido, no quería salir de la cárcel. Dentro, las evaluaciones de la junta de tratamiento han dicho siempre que no está rehabilitado. Pero este criminal por lo menos da muestras de conocerse a sí mismo: consciente de que no puede con su mal, cuando fue detenido pidió a los policías que le pegaran un tiro para acabar con sus impulsos. Y ahora ha advertido de que volverá a violar. Las autoridades al menos han avisado a las víctimas de que sale y les brindan protección. Esperemos que no esa clase de protección de la violencia de género incapaz de parar la tragedia. El de la Verneda no quería salir, pero le han obligado: "Oiga, usted ha cumplido. Ahora, a la calle".

En este país, supuestamente garantista, nos hemos cansado de decir que no se puede vigilar policialmente a un hombre que ha cumplido su condena, que es un hombre libre. Pero ahora resulta que no, que la Fiscalía, ante el reproche social generalizado, ha encontrado una forma de que la Policía vigile de reojillo, tampoco con mucha dedicación, para no pillarse los dedos. En Francia, el asesino de una menor puede ser condenado a cadena perpetua; aquí, los mismos que se muestran descontentos por sentencias que interpretan la ley en vigor se esfuerzan en derogar la prisión permanente revisable. Algo que parece que ni pintado para potenciales reincidentes como el de la Verneda.

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